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viernes, 20 de mayo de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



CON EL REAL DE A OCHO


        “Los chinos nunca acuñaron monedas de oro o de plata. A diferencia de los estados de Europa, el imperio chino tuvo desde su fundación un sistema monetario compuesto solamente de monedas de bronce. Ni monedas de oro ni monedas de plata. Las monedas de bronce eran adecuadas para pagar las pequeñas transacciones locales y los salarios diarios, pero no eran adecuadas para las transacciones de cierta importancia, para las compras al por mayor ni para los intercambios internacionales. Para los pagos relacionados con este otro tipo de transacciones, se recurría necesariamente a la plata. También se necesitaba plata para pagar las tasas; de ahí que, aunque en China, como ya se ha dicho no había monedas acuñadas en metal precioso, sin embargo, la plata circulaba en abundancia en forma de panes o de fragmentos de monedas. Cuando había que hacer un pago en plata, los chinos cortaban con las cizallas un lingote o una moneda como el real de a ocho en piezas del peso requerido, de modo que equivaliera al valor deseado. Dicho en otras palabras, la plata no era tratada como moneda sino como mercancía y, por lo tanto, a peso. Lo paradójico era que el real de a ocho era y seguía siendo la moneda preferida por los chinos, hasta tal punto que se llega a decir en un documento que los chinos estaban «enamorados» de los reales de a ocho, y es cierto que insistían para que los occidentales les pagasen en piezas de a ocho. Pero una vez obtenidos los tan deseados reales, no los ponían en circulación como moneda, porque, como ya se ha dicho, no existía en China la tradición de monedas corrientes fabricadas en metal precioso. Lo que hacían los chinos con las enormes cantidades de reales que llegaban a reunir era fundirlos para hacer lingotes, o bien cortarlos con las cizallas en piezas del tamaño adecuado a la suma que debían pagar.”


Carlo M. Cipolla. La Odisea de la plata española. Editorial Crítica.