EN TRANVÍA
“Por diez céntimos se puede él trasladar cómodamente de un punto
a otro, en el coche de mejor movimiento que existe, que es el tranvía; el
tranvía, del cual se dicen pestes, pero que es una cosa excelente, muy
práctica, muy barata, muy superior al parisiense ómnibus, con su peligrosa y
glacial impériale. Con el tranvía,
las ventajas del coche son accesibles a todas las clases sociales; no hay
cansancio, no hay distancias, no hay frío; es en verano el mejor abanico, en
invierno una garita protectora, y es además, para el pobre, un Casino, una
Bolsa donde se entera del alza y baja, recoge noticias, galantea, charla, dice
y oye donaires, hace política y hasta implora caridad. En el tranvía las
cocineras y criadas de servir se informan de las casas, comentan los precios de
los víveres, inician o desenredan intrigas amorosas; las modistillas se citan
con los horteras, las chulas se mofan de los señoritos, los rateros hacen su
agosto, los empleadillos fraternizan con sus jefes, y las Siervas de María y
las Hermanas de la Caridad se codean con los Tenorios callejeros y los
perdonavidas, sin que ni ellas se espanten, ni ellos se propasen y
desvergüencen. En el tranvía se recoge limosna, se deslizan cartas, se leen y
se comentan periódicos, se regalan fl , se hacen amistades, se contrata
verbalmente, se disputa, se curiosea, se ríe y se goza con la bulliciosa
expansión y la intemperante franqueza propias de nuestro humor y de nuestra
tradición democrática jamás desmentida.”
Emilia
Pardo Bazán.