SOBRE VERLAINE
“Paul Verlaine murió hace pocos días, no
en el hospital como han de suponer algunos de sus admiradores americanos, sino
en una casita del Barrio Latino, muy modesta, muy limpia y muy burguesa. Murió
tranquilamente, sin sufrimientos, sin desesperaciones, casi sin agonía, entre
los brazos de una musa compasiva que quiso endulzar los últimos años del poeta
con sus caricias maduras.
Yo conocí a Verlaine hace seis años y
según creo la primera vez que de él se habló en español fue cuando se publicó
en Madrid mi folleto titulado Esquisses.
¡Pobre "Lelian"! Mi artículo
sobre su vida y sus obras le pareció verdaderamente desagradable como lo prueba
la siguiente carta de Alejandro Sawa:
"París: enero de 1891.
Querido Enrique:
He entregado a Verlaine el ejemplar de tu libro que para él me envías. ¿Debo decirte
la impresión que le ha
producido? No lo sé; pero como creo que si esto te apena, más te apenaría
aún no saber la verdad, paso por encima de todas las consideraciones que
pudieran cerrarme la boca y (en estilo de notario) digo:
1° que los primeros capítulos en los cuales dices indistintamente
al hablar del genio en general «Shakespeare,
Homero, Verlaine, Víctor Hugo,
etc.», le parecieron de perlas:
2° que la publicación que haces de las
cartas que te ha escrito desde el hospital
le ha gustado:
3° pero que el capítulo de las
anécdotas privadas, le ha puesto de mal humor…
¿por qué?... ya lo verás… Dices tú al comentar una frase erótica suya:
"estas palabras pronunciadas por labios marchitos de sesenta años,
suenan de un modo macabro en mis
oídos" y él exclama al oír tus líneas "¡Verdaderamente ese Carrillo
está loco!... ¿Yo sesenta años?... No...
debe de estar chiflado... De hoy en adelante no volveremos a ser amigos.
Adiós querido. Tuyo siempre-. Alex Sawa".
Empero, a mi regreso a París fuimos de
nuevo amigos o, mejor dicho, seguimos siéndolo, pues a decir verdad, los
rencores el autor de Sagesse no duraban
nunca sino "el espacio de un ajenjo" como solía decir él mismo.
En el año 1893 la vecindad llegó a
convertir nuestras relaciones en una verdadera e íntima amistad. El vivía
entonces en el hotel de Lisboa, en la rue de Vaugirard y yo en el hotel de
Médicis en la rue Monsieur-le-Prince. Cuando alguien llamaba a mi puerta a las
cinco de la madrugada ya se sabía, era Verlaine.
--¿A dónde va usted? --le preguntaba yo.
Y él me respondía invariablemente: --Al
café...
Los que al encontrarle algo más temprano
o algo más tarde le hubieran hecho la misma pregunta habrían recibido una respuesta idéntica.
"Verlaine --dice Louis Le Cardonnel- no conoce sino el camino del
café".
A veces sin embargo, su ruta iba hasta el
puente San Miguel en donde vivía en aquella época su buen editor Vanier.
Recuerdo que una mañana de invierno al
pasar frente al cabaret del Sol de Oro, oí que alguien me llamaba. Era Verlaine, que tenía un papel
en la mano y que me decía en alta voz:
--He aquí mi último soneto... es
necesario llevárselo a Vanier para que me dé cinco francos...pero yo no puedo
ir... no... no puedo ir... tengo aquí una taza de café y antes de marcharme es
necesario que la pague... Vanier es un lagarto que no quiere darme un céntimo
mientras no le lleve algo escrito...
Y luego me contó, detalladamente, la
historia editorial de sus libros:
--Mis únicos versos que han sido escritos
con cuidado, con tranquilidad y con tiempo --me dijo - son las estrofas de Sagesse:
desde la primera hasta la última fueron compuestas en la cárcel.”
Enrique Gómez Carrillo. La
vida parisiense. Biblioteca Ayacucho.