DOS AMIGOS
“Cuando
salí del cuartel, al año, nos fuimos en busca de trabajo a Quincemil, con un
amigo de Pomacanchi. Porque todo el mundo se iba a Quincemil y volvía con mucho
dinero.
--Hay oro
en el río para sacar con la mano –decían.
Y todos se
iban. Y también yo y mi amigo nos alistamos. Así partimos para Urcos. Cuando
llegamos a Ccatcca, se hizo de noche y nos alojamos en la casa de un conocido
de mi amigo. Nos dormimos. Pero el dueño de la casa había sabido andar de
noche, por ganados; era ladrón, y trajeron, a eso de la media noche, una vaca y
entre todos sus hijos y su mujer, degollaron en wayka. En una olla grande, pusieron agua para el caldo, y así
empezaron a sacar trozos de carne, uno para caldo, otro para kanka. Al poco rato, la kanka empezó a oler por toda la casa y
nosotros alojados en un rinconcito, sobre dos cueritos, haciéndonos los
dormidos, sin movernos. Comieron toda la noche, pura carne.
Ya cuando
estaba por amanecer nos invitaron un poquito de caldo. Y como no durmieron
todita la noche, comiendo carne, tampoco nos dejaron dormir a nosotros; después
de tomar caldo, nos habíamos dormidos todos, hasta de día. Mientras, los dueños
del ganado, junto con las autoridades: Gobernador, Teniente y otros
acompañantes, habían seguido las huellas del ganado hasta la casa de nuestro
amigo. Como los dueños habían dado parte y vinieron con otros acompañantes,
entraron a la casa. Y ya cuando estaban buscando y ante el ladrido de los
perros, despertamos. Encontraron carne en las ollas. Seguían buscando y
encontraron carne trozada que habían ocultado en la cancha, en unos costales,
enterrada con guano. También a nosotros nos encontró el Gobernador de Ocongate,
y nos dijo:
--A ver,
ustedes.
--No
papay, somos alojados, estamos de viaje a Marcapata.
El Gobernador
llamó al teniente:
--A ver,
teniente, a estos ladrones.
Así nos
tomaron presos.
Pero el
amigo de la casa no había robado sólo una vaca, sino tres. Cargados de carne en
hartas llamas nos trajeron a la cárcel de Urcos. Aquí después de estar
encerrados tres días en el calabozo, nos sacaron para prestar nuestra
declaración. Nuestro amigo declaró:
--Sí,
papay, señor Juez, empujado por mis pecados para hacer comer a mis hijitos,
robé esas vacas.
Escribieron
todo lo que hablaba el amigo en el papel y el juez dijo:
--Esos
alojados pasen: Gregorio ¨Condori, prestar declaración…
Primero me
preguntó a mí:
--Tu hijo,
¿has visto lo que trajo las vacas o han traído contigo más? Avisa, hijo para ti
no habrá pena. Entonces, ¿juntos han vaqueado esas vacas?, avisa sin miedo.
--No
señor, no nos hemos metido a eso nosotros. Éramos alojados. Cómo íbamos a robar
esa noche si sólo éramos alojados. Claro, el dueño de la casa caminaba esa
noche, pero no hemos visto que degolló la vaca esa noche.
En ese
rato, yo pensé para mí: ya estamos perjudicados cuatro días de viaje. Avisaré
lo que comieron carne toda la noche.
--Sí,
señor, han comido toda la noche.
Y el Juez.
--¿Comieron
toda la noche?
--Sí,
señor han comido toda la noche.
--Y a
ustedes ¿no les invitaron siquiera un poquito para comer?
--No nos
dieron nada para comer.
--¿Cómo?
Avisa, entonces, si han robado con ustedes más. Avisa toda la verdad, yo no te
voy a castigar.
--No,
papay.
--Entonces,
nada les invitó.
--Nada,
papay.
Así
preguntaba. Pero después volvía a preguntar:
--Y cómo
¿nada les ha invitado? ¿Ni siquiera un poquito?
Entonces,
como tanto preguntaba, yo le dije:
--Sí, nos invitó
sólo caldito, pero no su carne; sólo su caldito.
Y el Juez
decía:
--No,
hijo; ahora, de eso vas a ir a la cárcel. Ese caldo vale, era sustancia de la
vaca. La carne no vale sin el caldo, en el caldo está la sustancia. De eso vas
a ir a la cárcel. Si estabas comiendo carne robada has debido avisar a la
justicia; ésa es tu culpa: no haber avisado.”
Wayka: trabajo en común.
Kanka: carne asada en la brasa del fogón.
Gregorio Condori. De nosotros los runas. Ediciones
Alfaguara.