ENTRE BUDAS
“A la mañana siguiente, por
casualidad, encuentro a dos amigos estadounidenses que también estudian en la Universidad de Nankín.
Acaban de regresar de las grutas de Mogao en Dunhuyang, a unas pocas horas al
sur. Opinan, como yo, que las cuevas son hermosas, pero que los guías no llegan
a mediocres. La mujer que nos ofrece una somera visita ilumina de vez en cuando
un rincón con una linterna que sostiene con opresivo aburrimiento y luego
cierra con llave cada cueva a la salida. La vida de Buda, descrita por medio de
una serie de murales en una cueva, es interpretada en función de la lucha de
clases. Es más gratificante contemplar las pinturas de los murales en un libro.
Sin embargo, nada puede destruir la belleza física del oasis: dunas perfectas
se alzan sobre un acantilado rocoso, y un manantial salobre riega más abajo
algunos bosquecillos de manzanos y albaricoques. Cuando estuve ahí el mes
pasado, al final me alejé de la guía y me puse a pasear por entre los árboles
frutales. Más tarde, apoyándome sobre los hombros de un amigo, conseguí escalar
una cueva tapiada que la visita guiada había pasado por alto. Contenía murales
tántricos de una sexualidad intensa y un tanto gimnástica.
Los inmensos budas esculpidos en
Dunhuang, demasiado grandes para dejarse encerrar con comodidad, contemplan con
majestuosidad el desierto situado al otro lado del oasis. Quizá la mejor manera
de ilustrar la influencia de las variaciones nacionales sobre el estilo
artístico y del estilo artístico sobre el efecto emocional sea comparar las
imágenes de Buda de diferentes países: las dos grandes estatuas de Dunhuang,
las de las cuevas de Datong, por no mencionar la del Buda más grande del mundo,
el de Leshan en Sichuan, me trasmiten una intimidante sensación de fuerza; en
los budas indios, en cambio, veo una tranquilidad meditativa; y en el gran Buda
de bronce de Kamakura en Japón, que se inclina ligeramente hacia la gente que
está abajo, tiene una expresión de compasión y ternura tan profunda que su
tamaño deja de ser agobiante.”
Vikram Seth. Desde el lago del Cielo. Ediciones B.