UN GRILLO DE CÁDIZ
“Remediada el agua de la nao capitana, y proveidas las cosas
necesarias de agua y carne y otras cosas, nos embarcamos en seguimiento de
nuestro viaje, y pasamos la línea Equinoccial; y yendo navegando requerió el
maestre el agua que llevaba la nao capitana, y de cien botas que metió no halló
más de tres, y habían de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta
caballos. Y vista la necesidad tan grande, el Gobernador manó que tomase la
tierra, y fueron tres días en demanda de ella; y al cuarto día, un hora antes
de amaneciese acaesció una cosa admirable, y porque no es fuera de propósito,
la porné aquí, y es que yendo con los navíos a dar tierra en unas aguas peñas
muy altas, sin que lo viese ni sintiese ninguna persona de los que venían en
los navíos, comenzó a cantar un grillo, y había dos meses y medio que navegábamos
y no lo habíamos oído ni sentido, de lo cual el que lo metió venía muy enojado,
y como aquella mañana sintió la tierra, comenzó a cantar, y a la música de él
recordó toda la gente de la nao y vieron las peñas, que estaban un tiro de
ballesta de la nao, y comenzaron a dar voces para que echasen anclas, porque
íbamos al través a dar en las peñas; y así, las echaron, y fueron causa que no
nos perdiésemos; que es cierto, si el grillo no cantara nos ahogáramos
cuatrocientos hombres y treinta caballos; y entre todos se tuvo por milagro que
Dios hizo por nosotros; y de ahí en adelante, yendo navegando por más de cien
leguas por luengo de costa, siempre todas las noches el grillo nos daba su
música; y así, con ella llegó el armada a un puerto que se llamaba la Cananea,
que está pasado el Cabo-Frío, que estará a veinte y cuatro grados de altura. Es
un buen puerto; tiene unas islas a la boca de él; es limpio, y tiene once
brazas de hondo. Aquí tomo el Gobernador la posesión de él por su majestad; y
después de tomada, partió de allí, y pasó por el río y bahía que dicen de San
Francisco, el cual está veinte y
cinco leguas de la Cananea, y de allí fue el armada a desembarcas en la isla de
Santa Catalina, que está veinte y cinco leguas del río de San Francisco, y
llegó a la isla de Santa Catalina con hartos trabajos y fortunas que por el
camino pasó, y llego allí a 29 días del mes de marzo de 1541. Está la isla de
Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos.
Alvar
Nuñez Cabeza de Vaca. El Río de la Plata.