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sábado, 28 de febrero de 2015
viernes, 27 de febrero de 2015
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
THE BOOK
The place was dark and dusty and half-lost
In tangles of old alleys near the quays,
Reeking of strange things brought in from the seas,
And with queer curls of fog that west winds tossed.
Small lozenge panes, obscured by smoke and frost,
Just shewed the books, in piles like twisted trees,
Rotting from floor to roof—congeries
Of crumbling elder lore at little cost.
I entered, charmed, and from a cobwebbed heap
Took up the nearest tome and thumbed it through,
Trembling at curious words that seemed to keep
Some secret, monstrous if one only knew.
Then, looking for some seller old in craft,
I could find nothing but a voice that laughed.
H.
P. Lovecraft.
miércoles, 25 de febrero de 2015
lunes, 23 de febrero de 2015
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
TOMAR ALIENTO
“Por lo demás (¿o más familiarmente «por
otra parte»?), el italiano es lo que es, tampoco puedes deshacerte de golpe —de
repente— de sus trampas y rémoras
adverbiales, de sus «sin embargo» y de sus «al contario» que hacían bufar a mi
amigo Talarico, de la maraña de iterationes
y consecutiones con las que la raíz
latina continúa (o prosigue, o sigue) imponiéndonos su exceso y su jactancia
racionalista, su escaramuza de gerundios, subjuntivos, optativos,
condicionales, que los ingleses, afortunados ellos, pueden englobar en ese
pragmático recurso que les permite emplear el indicativo y el infinitivo, y eso
no es todo, pensad en la ventaja de no tener que decidir continuamente si el
adjetivo debe anteponerse al sustantivo o viceversa, es una batalla desigual, más o menos como utilizar una maza medieval contra alguien armado de
espada y puñal, aunque la maza ofrece claramente
ciertas ventajas en los casos en que haya que asestar un golpe definitivo, la verdad es que un italiano debería
hablar, escribir y sobre todo recitar
en verso o tal vez probar con el contragolpe como hicieron esencialmente
todos nuestros subversivos, desde Maquiavelo a Aretino y Ruzante y, a su
manera, Pirandello, y, en caso necesario, dar ese pasito más que te emancipa de
los aprietos de la puntuación, porque, allí también, hay un grumo de vicio, de holgazanería, puede
que de superstición, como en mi inexplicable simpatía por el número cinco, y es
evidente que librarse de las comas y los puntos y comas no es la solución a
todos los problemas ni siquiera es algo nuevo no lo ha sido nunca y está claro
que no lo inventó Giuseppe Berto en El
mal oscuro ni siquiera Beckett y hasta el mismo Joyce lo habrá reinventado
siguiendo vete a saber qué rastro antiguo la cuestión es que ciertas recherches no pueden hacerse seriamente
sin sacudirse de encima la tiranía de las cláusulas formales tanto es así que
el viejo Croce sigue asegurándonos que
el contenido acabará por parir alguna forma propia por lo tanto un poco de
ánimo qué diablos o si preferís «no es para tanto» como mucho habremos escrito
alguna chorrada o alguna página sibilina procuremos pues pescar en el depósito
y llena al menos las lagunas más importantes a lo sumo pogamos algún punto
donde sea necesario para que el discurso no se vuelva del todo indescifrable o
bien por otro motivo más simple para tomar aliento de vez en cuando.”
Vittorio Gassman. Un gran futuro a mis espaldas. Acantilado.
viernes, 20 de febrero de 2015
jueves, 19 de febrero de 2015
OBITER DICTUM
«Y
una de las reglas más seguras ante el tapete verde es ésta: cuando
veas a un jugador que está cansado y tiene mala suerte, que apuesta
una y otra vez al mismo número y siempre sin éxito, apuesta tú al
número que hasta ahora ha probado en vano y que al fin abandona por
cansancio, porque es seguro que saldrá.»
Herman
Hesse.
miércoles, 18 de febrero de 2015
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
ENTRE BUDAS
“A la mañana siguiente, por
casualidad, encuentro a dos amigos estadounidenses que también estudian en la Universidad de Nankín.
Acaban de regresar de las grutas de Mogao en Dunhuyang, a unas pocas horas al
sur. Opinan, como yo, que las cuevas son hermosas, pero que los guías no llegan
a mediocres. La mujer que nos ofrece una somera visita ilumina de vez en cuando
un rincón con una linterna que sostiene con opresivo aburrimiento y luego
cierra con llave cada cueva a la salida. La vida de Buda, descrita por medio de
una serie de murales en una cueva, es interpretada en función de la lucha de
clases. Es más gratificante contemplar las pinturas de los murales en un libro.
Sin embargo, nada puede destruir la belleza física del oasis: dunas perfectas
se alzan sobre un acantilado rocoso, y un manantial salobre riega más abajo
algunos bosquecillos de manzanos y albaricoques. Cuando estuve ahí el mes
pasado, al final me alejé de la guía y me puse a pasear por entre los árboles
frutales. Más tarde, apoyándome sobre los hombros de un amigo, conseguí escalar
una cueva tapiada que la visita guiada había pasado por alto. Contenía murales
tántricos de una sexualidad intensa y un tanto gimnástica.
Los inmensos budas esculpidos en
Dunhuang, demasiado grandes para dejarse encerrar con comodidad, contemplan con
majestuosidad el desierto situado al otro lado del oasis. Quizá la mejor manera
de ilustrar la influencia de las variaciones nacionales sobre el estilo
artístico y del estilo artístico sobre el efecto emocional sea comparar las
imágenes de Buda de diferentes países: las dos grandes estatuas de Dunhuang,
las de las cuevas de Datong, por no mencionar la del Buda más grande del mundo,
el de Leshan en Sichuan, me trasmiten una intimidante sensación de fuerza; en
los budas indios, en cambio, veo una tranquilidad meditativa; y en el gran Buda
de bronce de Kamakura en Japón, que se inclina ligeramente hacia la gente que
está abajo, tiene una expresión de compasión y ternura tan profunda que su
tamaño deja de ser agobiante.”
Vikram Seth. Desde el lago del Cielo. Ediciones B.
martes, 17 de febrero de 2015
lunes, 16 de febrero de 2015
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
PRINCIPE DE LAS TINIEBLAS
El limpio cielo
Del Sur El calor de una copa
Mientras escucho a Mozart
Las telas de Velázquez o Rousseau
Estas playas en calma que contemplo
Y aquellas que Homero
O con Virgilio he divisado tantas veces
Quienes me amaron y yo amé
La lealtad que mi alma
Guarda a determinados
Paisajes rostros libros
La luz de la cabecera de mi cama
Y en ella Stevenson Montaigne
Cervantes Tácito Stendhal
Shakespeare o Borges
Mi cuerpo y mi destino
Que acepto
Eso es todo
José María Álvarez
domingo, 15 de febrero de 2015
viernes, 13 de febrero de 2015
ALLÁ EN LAS INDIAS
UN GRILLO DE CÁDIZ
“Remediada el agua de la nao capitana, y proveidas las cosas
necesarias de agua y carne y otras cosas, nos embarcamos en seguimiento de
nuestro viaje, y pasamos la línea Equinoccial; y yendo navegando requerió el
maestre el agua que llevaba la nao capitana, y de cien botas que metió no halló
más de tres, y habían de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta
caballos. Y vista la necesidad tan grande, el Gobernador manó que tomase la
tierra, y fueron tres días en demanda de ella; y al cuarto día, un hora antes
de amaneciese acaesció una cosa admirable, y porque no es fuera de propósito,
la porné aquí, y es que yendo con los navíos a dar tierra en unas aguas peñas
muy altas, sin que lo viese ni sintiese ninguna persona de los que venían en
los navíos, comenzó a cantar un grillo, y había dos meses y medio que navegábamos
y no lo habíamos oído ni sentido, de lo cual el que lo metió venía muy enojado,
y como aquella mañana sintió la tierra, comenzó a cantar, y a la música de él
recordó toda la gente de la nao y vieron las peñas, que estaban un tiro de
ballesta de la nao, y comenzaron a dar voces para que echasen anclas, porque
íbamos al través a dar en las peñas; y así, las echaron, y fueron causa que no
nos perdiésemos; que es cierto, si el grillo no cantara nos ahogáramos
cuatrocientos hombres y treinta caballos; y entre todos se tuvo por milagro que
Dios hizo por nosotros; y de ahí en adelante, yendo navegando por más de cien
leguas por luengo de costa, siempre todas las noches el grillo nos daba su
música; y así, con ella llegó el armada a un puerto que se llamaba la Cananea,
que está pasado el Cabo-Frío, que estará a veinte y cuatro grados de altura. Es
un buen puerto; tiene unas islas a la boca de él; es limpio, y tiene once
brazas de hondo. Aquí tomo el Gobernador la posesión de él por su majestad; y
después de tomada, partió de allí, y pasó por el río y bahía que dicen de San
Francisco, el cual está veinte y
cinco leguas de la Cananea, y de allí fue el armada a desembarcas en la isla de
Santa Catalina, que está veinte y cinco leguas del río de San Francisco, y
llegó a la isla de Santa Catalina con hartos trabajos y fortunas que por el
camino pasó, y llego allí a 29 días del mes de marzo de 1541. Está la isla de
Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos.
Alvar
Nuñez Cabeza de Vaca. El Río de la Plata.
miércoles, 11 de febrero de 2015
lunes, 9 de febrero de 2015
OBITER DICTUM
“Algunos tienen una cara tan gorda, que pueden darse el lujo de
reír bajo su grasa, sin que el más avezado fisonomista sea capaz de percibirlo.
No como nosotros, miserables criaturas descarnadas cuya alma está
inmediatamente debajo de la epidermis, y que nos expresamos siempre en un
idioma en el que es imposible mentir.”
Georg C. Lichtenberg
domingo, 8 de febrero de 2015
sábado, 7 de febrero de 2015
jueves, 5 de febrero de 2015
miércoles, 4 de febrero de 2015
Y EL ÓBOLO BAJO LENGUA
YO FUI...
Yo fui.
Columna ardiente, luna de
primavera.
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.
He sido.
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.
He sido.
Luis
Cernuda
martes, 3 de febrero de 2015
lunes, 2 de febrero de 2015
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
EN EL REINO DE NADEZHDA
“Nevaba fuerte la tarde en que fui a ver a Nadezhda
Mandelstam. La nieve de mi abrigo se fundía y dejaba un reguero de agua sobre
el suelo de su cocina. La cocina olía a queroseno y a pan rancio. Sobre la mesa
había unos aros pegajosos de color púrpura, un jarrón lleno de begonias y unos
vasos secos dejados allí desde la levedad de un verano ruso.
Un tipo gordo con gafas salió del
dormitorio. Se me quedó mirando mientra se anudaba una bufanda en torno a sus
mofletes, y se fue.
Ella me hizo entrar. Estaba tumbada
sobre el lado izquierdo, encima de la cama, en medio de las sábanas arrugadas,
apoyando la cabeza sobre el puño cerrado. Me saludó sin moverse,
--¿Qué le parece mi médico? –se burló
ella--. Estoy enferma.
El médico, supongo, era el hombre del
KGB que tenía asignado.
La habitación atufaba de calor y estaba
toda regada de libros y ropa. Su pelo de mala calidad parecía liquen, y la luz
lateral de la lámpara lo traspasaba. Refuerzos de metal blanco brillaban entre
los oscuros espetones de sus dientes. Un cigarrillo colgaba de su labio
inferior. Su nariz era un arma. Uno se daba cuenta de inmediato de que era una
de las mujeres más poderosas del mundo, y ella lo sabía.
Un amigo de Inglaterra me había
aconsejado que le llevara tres cosas: champán, novelas policíacas baratas y
mermelada. Ella se quedó mirando al champán, y dijo: «¡Bollinger!», sin
demasiado entusiasmo. Se puso a mirar las novelas y dijo:
--Romans
policiers! ¡La próxima vez que venga a Rusia tráigame
verdadera BASURA!
Pero
cuando saqué los tres frascos de mermelada de naranjas sevillanas hechos por mi
madre, se quitó el cigarrillo de la boca y sonrió.
--Gracias, querido. La mermelada es mi
infancia. Y dime, querido… --me indicó por señas que cogiera una silla, y en
aquel momento una de las tetas se le salió del camisón--. Dime… --volvió a
meterse el pecho dentro--, ¿hay algún gran poeta en tu país? Quiero decir
verdaderamente grande… De la estatura de Joyce o de Eliot…
Auden seguía vivo en Oxford. Así que,
débilmente, sugerí que Auden.
--¡Auden no es lo que yo llamaría un gran poeta!
--Sí –dije--. La mayor parte de las
voces están calladas.
--¿Y en prosa?
--No mucho.
--¿Y en América? ¿Hay poetas?
--Algunos.
--Dime, ¿fue Hemingway un gran
novelista?
--No siempre –dije--. No ya al final.
Aunque hoy goza de poca estima. Sus primeros cuentos son maravillosos.
--El novelista americano maravilloso es
Faulkner. Estoy ayudando a un joven amigo a traducir a Faulkner al ruso. Y
tengo que decirle que estamos encontrando dificultades. En Rusia –gruñó—ya no
quedan grandes escritores. También aquí las voces se han callado. Tenemos a
Solyenitsin. Cuando cree que está diciéndote la verdad, cuenta las falsedades
más terribles. Pero cuando piensa que está escribiendo una historia sacada de
su imaginación, entonces, a veces, logra la verdad.
--¿Qué piensa usted de ese relato…?
–balbucí--. He olvidado su nombre. Ése donde la anciana es arrollada por un
tren.
--¿Quiere decir usted La casa de Matriona?
--Sí, ése –dije--. ¿Cree usted que
logra la verdad?
--¡Eso nunca podría haber ocurrido en
Rusia!
Sobre la pared encima de la cama, había
un lienzo blanco, colgado en oblicuo. La pintura era blanca, blanco sobre
blanco, unas pocas botellas blancas sobre un fondo blanco puro. Conocía al
autor de la obra: un judío ucraniano, como ella.
--Veo que tiene usted un cuadro de
Weissberg –dije.
--Sí. Y me pregunto si querría usted
ponérmelo derecho. Tire un libro y le di al cuadro por error. ¡Un libro
desagradable de una escritora australiana!
Le enderecé el cuadro.
--Weissberg –dijo—es nuestro mejor
pintor. Tal vez sea eso todo lo que puede hacerse hoy en Rusia: ¡pintar en
blanco!”
Bruce Chatwin. ¿Qué hago yo aquí? Muchnik Editores.
domingo, 1 de febrero de 2015
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