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miércoles, 28 de enero de 2015

OBITER DICTUM




“Quisiera decir unas palabras sobre los últimos momentos de Stevenson. Como ya sabéis, no soy de los que andan buscando material de interés humano al hablar de libros. El interés humano no es mi especialidad, como solía decir Vronski. Pero los libros tienen su destino, según la cita latina, y a veces el destino de los autores sigue al de sus libros. Ahí tenemos el del viejo Tolstoi, que abandona en 1910 a su familia para vagar y morir en la habitación de un jefe de estación en medio del estrépito de los trenes que mataron a Ana Karenina. Y hay algo en la muerte de Stevenson en Samoa (1894) que imita de manera singular el tema del vino y el tema de la transformación, tan atractivos para su fantasía. Bajó a la bodega a subir una botella de su borgoña favorito, la descorchó en la cocina, y de repente llamó a gritos a su mujer: ¿Qué me pasa, qué es esto tan extraño, me ha cambiado la cara?, y cayó al suelo. Se le había reventado un vaso sanguíneo en el cerebro, y falleció un par de horas después.”


Vladimir Nabokov.