EL PEINE DE LA MEMORIA
“Releo mis
notas con sentimientos encontrados. El primero se refiere a la cantidad de
experiencias que me han sido concedidas. Es un buen peso, un paquete que podría
bastar para una existencia entera, si no fuera por la característica mecánica
del dispositivo humano, que cuantos más años consume, más querría consumir. La
vida humana tiene un largo rodaje y, cuando nos asomamos a la madurez, tenemos
la impresión de que no estamos más que preparándonos para enfilar la recta de
salida. ¿No será que Dios lo ha acertado todo menos la duración de la vida? El
otro sentimiento es el de haber omitido una montaña de recuerdos, como si el
peine de la memoria hubiese apenas realizado un cardado rudimentario entre los
nudos más evidentes, dejándose los cabellos más finos, los que habrían dotado
al retrato robot de sus rasgos determinantes. Quién sabe si el enfoque no
debería haber sido más radicalmente instintivo, si la estructura ideal de una
biografía no se encuentra a mitad de camino entre una especie de dictado
automático a lo Breton y unos jocosos versos fesceninos de la memoria. Liberar
las cosas del envoltorio de las palabras, las palabras de la esclavitud
sintáctica o estilística; pasar de las repeticiones, por qué no utilizar hasta
diez veces en una página las expresiones más adecuadas, las que mejor explican
mis manías secretas y tal vez toda mi historia, ahí tienes, este «tal vez» que
asoma tan frecuente y tentador, tal vez precisamente (también «precisamente»,
se entiende) porque todo parece
opinable cuando se remueve el pasado o se especula sobre las posibilidades
futuras (y sé muy bien que he utilizado demasiadas palabras extranjeras, pero
qué más da, si tengo facilidad para los idiomas, ¿por qué ocultarlo?, además,
ya se sabe que cada idioma tiene sus nuances
intraducibles).”
Vittorio Gassman. Un gran futuro a mis espaldas.
Acantilado.