CERDOS
“Roy Rappaport, profesor de la Universidad de
Michigan, ha realizado un estudio detallado de la relación entre los cerdos y
los maring, un remoto grupo tribal, amante de los cerdos, que habita en la Cordillera Bismarck
de Nueva Guinea. Rappaport describe en su libro «Pigs for the ancestor: Ritual
in the Ecology or a New Guinea People», cómo el amor a los cerdos contribuye a
la solución de problemas humanos básico. Dadas las circunstancias de la vida de
los maring, hay escasas alternativas viables.
Cada subgrupo o clan local de los maring celebra un festival de
cerdos por término medio aproximadamente una vez cada doce años. El festival
entero, que incluye diversos preparativos, sacrificios en pequeña escala y el
sacrificio masivo final dura alrededor de un año y se conoce en el lenguaje de
los maring como un kaiko. En los primeros dos o tres meses que siguen
inmediatamente a la terminación del kaiko, el clan entabla un combate armado
con los clanes enemigos, lo que produce muchas bajas y la pérdida o la
conquista eventuales de territorio.
El resto de los cerdos se sacrifica durante el combate; vencedores
y vencidos pronto se encuentran totalmente privados de cerdos adultos con los
que ganarse el favor de sus respectivos antepasados. El combate cesa
bruscamente, y los beligerantes acuden a los lugares sagrados para plantar
árboles pequeños llamados rumbim. Cada varón adulto del clan participa en este
ritual poniendo las manos sobre el árbol joven rumbim cuando se planta en el
suelo.
El mago de la guerra se dirige a los antepasados, explicando que se
han quedado sin cerdos y que les agradecen estar vivos. Asegura a los
antepasados que el combate ya ha finalizado y que no se reanudarán las
hostilidades mientras el rumbim permanezca plantado. De ahora en adelante, los
pensamientos y esfuerzos de los vivos se orientarán a la cría de cerdos; sólo
cuando se ha formado una nueva piara de cerdos lo suficientemente grande para
celebrar un gran kaiko y dar así las debidas gracias a los antepasados, los
guerreros pensarán en arrancar el rumbim y retornar al campo de batalla.
Rappaport ha podido mostrar en su estudio detallado de un clan
llamado los tsembaga que el ciclo entero -que consiste en el kaiko seguido de
guerra, plantación del rumbim, tregua, cría de una nueva piara de cerdos
arrancamiento del rumbim y nuevo kaiko- no es un simple psicodrama de los
criadores de cerdos que se han vuelto locos. Cada parte de este ciclo se
integra en un ecosistema complejo autorregulado, que ajusta con eficacia el
tamaño y distribución de la población animal y humana de los tsembaga según los
recursos disponibles y las oportunidades de producción.
La cuestión central para poder comprender el amor a los cerdos
entre los maring es la siguiente: ¿Cómo decide la gente el momento en que hay
cerdos suficientes para dar gracias a los antepasados como es debido? Los
mismos maring no supieron enunciar cuántos años deben transcurrir o cuántos
cerdos se necesitan para celebrar un kaiko adecuado. Descartamos prácticamente
la posibilidad de acuerdo sobre la base de un número fijo de animales o años,
ya que los maring carecen de calendario y su lenguaje no dispone de palabras
para números superiores a tres.
El kaiko de 1963 que observó Rappaport se inició cuando había 169
cerdos y unos 200 miembros en el clan de los tsembaga. El significado de estas
cifras en términos de las rutinas cotidianas de trabajo y pautas de
asentamiento proporciona la clave para la duración del ciclo.
La tarea de criar cerdos así como la de cultivar ñame, taro y
batatas depende principalmente del trabajo de las mujeres maring. Estas
transportan las crías de los cerdos junto con las criaturas humanas a los
huertos. Después del destete, sus dueñas les adiestran a correr detrás de ellas
como perros. A la edad de cuatro o cinco meses, los cerdos vagan sueltos por el bosque hasta que sus dueñas
los conducen al anochecer para proporcionarles una ración diaria de batatas y
ñames sobrantes o de calidad inferior. A medida que crecen los cerdos y aumenta
su número, la mujer debe trabajar mucho más para proporcionarles su cena.
Mientras el rumbim permanecía plantado Rappaport descubrió que las
mujeres tsembaga estaban sometidas a una presión considerable para aumentar la
dimensión de sus huertos, plantar más batatas y ñames, y criar más cerdos con
tanta rapidez como fuera posible para tener "suficientes" cerdos y
poder celebrar el siguiente kaiko antes que el enemigo. El peso de los cerdos
adultos, que oscila alrededor de las 135 libras, sobrepasa el de la media de los
maring adultos, y a pesar de hozar durante el día a cada mujer le cuesta tanto
esfuerzo alimentarles como un hombre adulto. Cuando se arrancó el rumbim en
1963, las mujeres tsembaga más ambiciosas atendían el equivalente de 6 cerdos
de 135 libras
cada uno, además de trabajar en el huerto para ellas y sus familias, cocinar,
amamantar, transportar las criaturas de un lado para otro y manufacturar
artículos domésticos como bolsas de red, delantales de cuerda y taparrabos.
Rappaport calcula que sólo el cuidado de los 6 cerdos consumía más del 50 por
100 del total de energía diaria gastada por una mujer maring sana y bien
alimentada.”
Marvin Harris. Vacas, cerdos, guerras y brujas. Alianza Editorial.