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viernes, 31 de enero de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






         EL DESTERRADO


Cuando éramos niños,
y los padres
nos negaban diez centavos de fulgor,
a nosotros
nos gustaba desterrarnos a los parques,
para que viéramos que hacíamos falta,
y caminaran tras su corazón
hasta volverse mas humildes y pequeños que nosotros.

Entonces era hermoso regresar!

Pero un día
parten de verdad los barcos de juguete,
cruzamos corredores, vergüenzas, años;
y son las tres de la tarde
y el sol no calienta la miseria.
Un impresor misterioso
pone la palabra tristeza
en la primera plana de todos los periódicos.

Ay, un día caminando comprendemos
que estamos en una cárcel de muros que se alejan...

Y es imposible regresar.

Manuel Scorza

miércoles, 29 de enero de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






TODOS LOS SIGLOS DE LA LLUVIA


Sentían espanto por la puesta del sol
se alimentaban de animales horrendos
padecían las nevadas, la lava, las tormentas
tenían únicamente cuevas y brujos y tiranos.

Hoy escucho la lluvia que suena en la ventana
susurrando las sílabas siderales de la horda
como interrogaciones resurrectas.

Emocionado, me arrebujo con tu respiración,
paso la lengua por tu piel dormida
y mientras oigo lentamente la llovizna del mundo
saludo con misericordia a aquellos ancestrales hermanos


Félix Grande.

miércoles, 22 de enero de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





CONTRAELEGÍA


Mi único tema es lo que ya no está
Y mi obsesión se llama lo perdido
Mi punzante estribillo es nunca más
Y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
     sería de piedra.

José Emilio Pacheco

sábado, 18 de enero de 2014

OBITER DICTUM






“No es cierto que el bien engendre sólo el bien, que las cosas buenas y útiles sean moralmente santas y bellas, no es cierto que la verdad sea siempre propicia e irreprochable; no es cierto que las consecuencias de la paz sean siempre pacíficas, que las de un régimen de libertad y de igualdad sean todas tutelares, y las de la guerra, siempre malas; no es cierto que la realización de nuestros ideales sea siempre un bien para la humanidad.”


Julien Freund

jueves, 16 de enero de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





     SI DICES UNA PALABRA MÁS...


Si dices una palabra más,
me moriré de tu voz,
que ya me está hincando el pecho,
que puede traspasarme el pecho
como una aguda, larga, exquisita espada.

Si dices una palabra más
con esa voz tuya, de acero, de filo y de muerte;
con esa voz que es como una cosa tangible
que yo podría acariciar, estrujar, morder;
si dices una palabra más
con esa voz que me pones de punta en el pecho,
yo caería atravesada, muerta
por una espada invisible,
dueña del camino más recto a mi corazón.


                                           Dulce María Loynaz

lunes, 13 de enero de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE










DI KATAKOMBE EN BERLÍN


“No obstante, aquel día nuestra indolencia fue recompensada con creces, pues el azar nos condujo precisamente a la Catacumba, y ése fue el segundo acontecimiento destacable de la noche. Llegamos al único lugar público de Alemania en el que se oponía una especie de resistencia, una resistencia valiente, ingeniosa y elegante. Por la mañana había presenciado cómo la institución del tribunal cameral prusiano, con muchos siglos de tradición a sus espaldas, sucumbía sin gloria ante los nazis. Por la noche fui testigo de cómo un puñado de humildes cabareteros berlineses sin la más mínima tradición salvaban su honor con gracia y gloria. El tribunal cameral había caído. La Catacumba seguía en pie.
El hombre que condujo a su pequeña tropa de artistas a la victoria —pues la más mínima muestra de firmeza y coherencia ante la amenaza asesina de un poder superior es una especie de victoria— fue Werner Finck, de modo que este humilde cabaretero y maestro de ceremonias merece sin lugar a dudas ocupar un sitio en la historia del Tercer Reich (uno de los pocos puestos de honor que pueden concederse). Finck no tenía aspecto de héroe y si al final estuvo a punto de convertirse en uno, fue a su pesar. No fue un actor revolucionario, ni un burlón mordaz, ni un David con honda. En lo más profundo de su ser había inocencia y afecto. Su ingenio era benévolo, grácil y flotante; sus recursos principales, el doble sentido y el juego de palabras, con el que poco a poco alcanzó la categoría de virtuoso. Había inventado una cosa denominada «la gracia oculta», que lógicamente hacía tanto mejor cuanto que más ocultas permanecieran sus gracias. Sin embargo, no escondía sus convicciones. Él continuó dando refugio a la inocencia y al afecto en un país donde precisamente esas cualidades estaban en peligro de extinción. En ellas residía «la gracia oculta» como forma de valentía inquebrantable y verdadera. Finck osaba hablar de la realidad nazi en plena Alemania. En sus actuaciones mencionaba los campos de concentración, los registros domiciliarios, la mentira y el miedo generalizados; el tono de su burla era indeciblemente callado, melancólico, afligido al tiempo que ofrecía un consuelo extraordinario.
Aquel 31 de marzo de 1933 bien pudo ser su gran noche. La sala estaba llena de gente con la mirada clavada en el día siguiente, como si se encontrasen ante un profundo abismo. Finck los hizo reír como jamás he oído reír a un público. Era una risa apasionada, una risa que renacía contumaz, dejando tras de sí un estado de aturdimiento y desesperación y que aumentaba a consecuencia del peligro: ¿no era casi milagroso que las SA no se hubiesen presentado aún para detener a todos los asistentes? De haber sido así, lo más probable es que aquella noche hubiésemos seguido riéndonos en el coche patrulla. Nos sentíamos por encima del miedo y del peligro de una forma inverosímil. Aquella mañana, en el tribunal cameral, me había notado débil y confuso en el momento del examen. Allí me sentía fuerte, valiente e inspirado. Si viniesen por aquí, serían ellos y no nosotros quienes harían el ridículo. La lengua estaría de sobra afilada.
Cuando salimos en libertad del local, cerca de la medianoche, estábamos sumidos en un curioso estado de excitación enfermiza. Íbamos dando enormes tumbos y nos besábamos en plena calle. Nos embriagaba una droga más fuerte que el alcohol: el valor. Sentíamos un extraño aplomo, éramos invulnerables. Ya había despuntado el 1 de abril.”

Sebastian Haffner. Historia de un alemán. Ediciones Destino.

viernes, 10 de enero de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






OTRO MAYO



cuando pasabas con tu otoño a cuestas
mayo por mi ventana
y hacías señales con la luz
de las hojas finales
¿qué me querías decir mayo?
¿porqué eras triste o dulce en tu tristeza?
nunca lo supe pero siempre
había un hombre solo entre los oros de la calle

pero yo era ese niño
detrás de la ventana
cuando pasabas mayo
como abrigándome los ojos

y el hombre sería yo
ahora que recuerdo

Juan Gelman

martes, 7 de enero de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





CERDOS


“Roy Rappaport, profesor de la Universidad de Michigan, ha realizado un estudio detallado de la relación entre los cerdos y los maring, un remoto grupo tribal, amante de los cerdos, que habita en la Cordillera Bismarck de Nueva Guinea. Rappaport describe en su libro «Pigs for the ancestor: Ritual in the Ecology or a New Guinea People», cómo el amor a los cerdos contribuye a la solución de problemas humanos básico. Dadas las circunstancias de la vida de los maring, hay escasas alternativas viables.
Cada subgrupo o clan local de los maring celebra un festival de cerdos por término medio aproximadamente una vez cada doce años. El festival entero, que incluye diversos preparativos, sacrificios en pequeña escala y el sacrificio masivo final dura alrededor de un año y se conoce en el lenguaje de los maring como un kaiko. En los primeros dos o tres meses que siguen inmediatamente a la terminación del kaiko, el clan entabla un combate armado con los clanes enemigos, lo que produce muchas bajas y la pérdida o la conquista eventuales de territorio.
El resto de los cerdos se sacrifica durante el combate; vencedores y vencidos pronto se encuentran totalmente privados de cerdos adultos con los que ganarse el favor de sus respectivos antepasados. El combate cesa bruscamente, y los beligerantes acuden a los lugares sagrados para plantar árboles pequeños llamados rumbim. Cada varón adulto del clan participa en este ritual poniendo las manos sobre el árbol joven rumbim cuando se planta en el suelo.
El mago de la guerra se dirige a los antepasados, explicando que se han quedado sin cerdos y que les agradecen estar vivos. Asegura a los antepasados que el combate ya ha finalizado y que no se reanudarán las hostilidades mientras el rumbim permanezca plantado. De ahora en adelante, los pensamientos y esfuerzos de los vivos se orientarán a la cría de cerdos; sólo cuando se ha formado una nueva piara de cerdos lo suficientemente grande para celebrar un gran kaiko y dar así las debidas gracias a los antepasados, los guerreros pensarán en arrancar el rumbim y retornar al campo de batalla.
Rappaport ha podido mostrar en su estudio detallado de un clan llamado los tsembaga que el ciclo entero -que consiste en el kaiko seguido de guerra, plantación del rumbim, tregua, cría de una nueva piara de cerdos arrancamiento del rumbim y nuevo kaiko- no es un simple psicodrama de los criadores de cerdos que se han vuelto locos. Cada parte de este ciclo se integra en un ecosistema complejo autorregulado, que ajusta con eficacia el tamaño y distribución de la población animal y humana de los tsembaga según los recursos disponibles y las oportunidades de producción.
La cuestión central para poder comprender el amor a los cerdos entre los maring es la siguiente: ¿Cómo decide la gente el momento en que hay cerdos suficientes para dar gracias a los antepasados como es debido? Los mismos maring no supieron enunciar cuántos años deben transcurrir o cuántos cerdos se necesitan para celebrar un kaiko adecuado. Descartamos prácticamente la posibilidad de acuerdo sobre la base de un número fijo de animales o años, ya que los maring carecen de calendario y su lenguaje no dispone de palabras para números superiores a tres.
El kaiko de 1963 que observó Rappaport se inició cuando había 169 cerdos y unos 200 miembros en el clan de los tsembaga. El significado de estas cifras en términos de las rutinas cotidianas de trabajo y pautas de asentamiento proporciona la clave para la duración del ciclo.
La tarea de criar cerdos así como la de cultivar ñame, taro y batatas depende principalmente del trabajo de las mujeres maring. Estas transportan las crías de los cerdos junto con las criaturas humanas a los huertos. Después del destete, sus dueñas les adiestran a correr detrás de ellas como perros. A la edad de cuatro o cinco meses, los cerdos vagan  sueltos por el bosque hasta que sus dueñas los conducen al anochecer para proporcionarles una ración diaria de batatas y ñames sobrantes o de calidad inferior. A medida que crecen los cerdos y aumenta su número, la mujer debe trabajar mucho más para proporcionarles su cena.
Mientras el rumbim permanecía plantado Rappaport descubrió que las mujeres tsembaga estaban sometidas a una presión considerable para aumentar la dimensión de sus huertos, plantar más batatas y ñames, y criar más cerdos con tanta rapidez como fuera posible para tener "suficientes" cerdos y poder celebrar el siguiente kaiko antes que el enemigo. El peso de los cerdos adultos, que oscila alrededor de las 135 libras, sobrepasa el de la media de los maring adultos, y a pesar de hozar durante el día a cada mujer le cuesta tanto esfuerzo alimentarles como un hombre adulto. Cuando se arrancó el rumbim en 1963, las mujeres tsembaga más ambiciosas atendían el equivalente de 6 cerdos de 135 libras cada uno, además de trabajar en el huerto para ellas y sus familias, cocinar, amamantar, transportar las criaturas de un lado para otro y manufacturar artículos domésticos como bolsas de red, delantales de cuerda y taparrabos. Rappaport calcula que sólo el cuidado de los 6 cerdos consumía más del 50 por 100 del total de energía diaria gastada por una mujer maring sana y bien alimentada.”

Marvin Harris. Vacas, cerdos, guerras y brujas. Alianza Editorial.

domingo, 5 de enero de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA




Ya lo ves, de aquella brasa
cuyo ardor te calcinó,
saciado, sólo quedó
dispersa ceniza escasa.
Muda inconstancia que abraza
el aparente sentido
del cuerpo obscuro y prohibido
-o del tuyo en el espejo
de la otra piel-. No me quejo
de arder. Ni de haber ardido.


Severo Sarduy.

viernes, 3 de enero de 2014

OBITER DICTUM






LIII


“La exposición de París de 1900 estaba para abrirse. Recibí orden de la La Nación de trasladarme en seguida a la capital francesa. Partí. En París me esperaba Gómez Carrillo y me fui a vivir con él, al número 29 de la calle Faubourg Montmartre. Carrillo era ya gran conocedor de la vida parisiense. Aunque era menor que yo, le pedí consejos.
--¿Con cuánto cuenta usted mensualmente? --me preguntó.
--Con esto --le contesté, poniendo en la mesa un puñado de oros de mi remesa de La Nación. Carrillo contó y dividió aquella riqueza en dos partes; una pequeña y una grande.
--Esta --me dijo, apartando la pequeña-- es para vivir, guárdela. Y esta otra, es para que la gaste toda.
Y yo seguí con placer aquellas agradables indicaciones, y esa misma noche estaba en Montmartre, en una Boite llamada Cyrano, con joviales colegas y trasnochadores estetas, danzarinas, o simples peripatéticas.
Poco después, Carrillo tuvo que dejar su casa y yo me quedé con ella; y como Carrillo me llevó a mí, yo me llevé al poeta mexicano Amado Nervo, en la actualidad cumplido diplomático en España y que ha escrito lindos recuerdos sobre nuestros días parisienses, en artículos sueltos y en su precioso libro El éxodo y las flores del camino. A Nervo y a mí nos pasaron cosas inauditas, sobre todo cuando llegó a hacernos compañía un pintor de excepción, famoso por sus excentricidades y por su desorbitado talento: he señalado al belga Henri de Grunx. Algún día he de detallar tamaños sucedidos, pero no puedo menos que acordarme en este relato, de los sustos que me diera el fantástico artista de larga cabellera y de ojos de tocado, afeitado rostro y aire lleno de inquietudes, cuando en noches en que yo sufría tormentosas nerviosidades o invencibles insomnios, se me aparecía de pronto, aliado de mi cama, envuelto en un rojo ropón, con capuchón y todo, que había dejado olvidado en el cuarto, no sé cuál de las amigas de Gómez Carrillo... Creo que la llamada Sonia.”

Rubén Darío.

ARPILLERA Y POLVO

DIEGO RIVERA









jueves, 2 de enero de 2014

ALLÁ EN LAS INDIAS






VACAS EN TIERRA-FIRME


«Muchos de los que han andado en la Tierra-Firme, á la parte del Norte é mares más puestas al Septentrión, han visto muchas vacas é toros, los quales en sí son comunmente mayores reses que nuestras vacas de España. Tienen los pescueços muy llenos de lana, é la cabeca traen algo más baxa que las vacas de España: é dende las corvas á medias piernas abaxo hasta las uñas están assimesmo con mucha lana, é lo demás de su cuerpo es raso é las colas largas, de la manera que acá las tienen las vacas, é los cuernos puntiagudos y el uno contra el otro, como se verá en la figura pressente. Los machos tienen una corcoba alta sobre los hombros, é las hembras no la tienen, é la lana de lo restante del cuerpo es como merina,espessa; é no anda ni se mueve portante ni de andadura ó passeando, sino á par, como acá haría un caballo maniatado; pero son sueltos é muy salvages é innumerables. La carne dellos es buena y el cuero muy recio, é todos ellos son de color leonado escuro. Estos animales hay en mucha parte de la Tierra-Firme al Septentrión.


Gonzalo Fernández de Oviedo. 
Historia general y natural de las Indias.