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martes, 23 de agosto de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



LA CIVILIZACIÓN EN ALEMANIA


“He tenido el atrevimiento de decirle a un alemán que lo que yo echo de menos en Alemania es un poco de civilización. El alemán se quedó estupefacto. Me habló de la pólvora y de la imprenta que son dos invenciones alemanas; del ejército y, de la filosofía, de las universidades y de los dreadnaughts y de otra porción de cosas.
—Mein Herr, le dije entonces-, todo eso no tiene nada que ver con la civilización en el sentido que yo le doy .a esta palabra. Yo entiendo por civilización el arte de conversar, de hacer un «menú», de entrar en un salón, de ofrecer unas flores ó unos cigarros, de hacerse la corbata, de oír  una ópera. Ustedes saben mucha filosofía, yo no lo niego, pero carecen ustedes de civilización.
Mi interlocutor lanzó una gran carcajada. Era su  manera de sonreír. Yo seguí con mi tema:
--Las civilizaciones son una cosa muy lenta. Así como un hombre no es verdaderamente mundano y no  alcanza una perfecta distinción, mientras no envejece un poco y no adquiere un
aire algo cansado y algo escéptico, un pueblo tampoco puede ser perfectamente civilizado en su  juventud. Ustedes tienen el poderío, pero la civilización está hacia el Sur. Esos franceses, por ejemplo, son mucho más civilizados que ustedes. Poseen el arte de vivir bien. Su música, su filosofía, todo es ligero. Valen mucho más la música y la filosofía de ustedes, pero no son tan agradables ni tan civilizadas. Las francesas, por su parte, carecen de esta asombrosa fertilidad que poseen .las alemanas, pero eso no demuestra mas que  el exquisito refinamiento de su civilización.
--Es que también aquí encontrará usted mujeres muy civilizadas --me dijo el alemán.
--Permítame usted dudarlo. Esas  mujeres serán como una perdiz que me sirvieron el otro día en el restaurant. La corrupción de una perdiz, como la de una mujer, debe ser exquisita para que no sea repugnante. Mi perdiz infestó toda la sala. Yo no pude comerla y tuve que solicitar una ración de salchichas. Las honradas salchichas y las mujeres sin civilización son todavía lo mejor que uno puede encontrar en  Alemania. Sí, Mein Herr. Es inútil que algunas mujeres alemanas se le ofrezcan a uno como un plato bien faisandén y que ustedes se recorten los bigotes y que tengan en  sus casas ascensor y cuarto de baño y que le echen azúcar a la ensalada. Todo eso no es civilización. Ustedes le  dan á uno .sombrerazos que trazan en el aire una curva de metro y medio y se creen ustedes que no  se puede ser  más atento. Pues se puede ser  mucho más atento sin quitarse siquiera el sombrero de la cabeza. La civilización es una cosa de sentimiento. Es el sentimiento lo que se va educando en los pueblos a través de los siglos. Se puede tener, mucho dinero y una gran cultura y ser completamente un bárbaro.
En fin --añadí-. Aquí me tiene usted a mí.
Yo no sé nada de filosofía, ignoro el cálculo integral y, sin embargo, soy un hombre civilizado. Y me gustan los toros --esa fiesta cruel y  sanguinaria --y soy un hombre civilizado. No tengo cañones ni ametralladoras, ni  siquiera una  pistola automática,  y, a  pesar de eso, no se me puede poner .en  duda mi civilización. En  el  Sur de Europa hay muchísimas gentes que no  saben leer ni escribir, pero que tienen el sentimiento civilizado. Ustedes, en cambio, han civilizado su cabeza y sus músculos, pero no  sus  sentimientos, ni siquiera su paladar.”

Julio Camba. Alemania. Editorial Renacimiento.