AUTOCRITICA
“Exactamente sobre el mismo tema hablo un
día con A., un inglés viejo que lleva años viviendo en África. A saber: La
fuerza de Europa y de su cultura, a diferencia de otras culturas, radica en su
capacidad crítica y, sobre todo, en su capacidad para la autocrítica. En su
arte de análisis e investigación, en sus búsquedas continuas, en su inquietud. La
mente europea reconoce que tiene límites, acepta su imperfección, es escéptica,
duda y se plantea interrogantes. Otras culturas carecen de tal espíritu
crítico. Más aún, tienden a la soberbia, a considerar todo lo propio como perfecto;
en una palabra, se muestran todo menos críticas con ellas mismas. Las culpas de
cualquier mal las cargan, exclusivamente, sobre otros, sobre fuerzas ajenas
(complots, espías, dominación exterior, en la forma que sea). Perciben toda
crítica como un ataque maligno, como una prueba de discriminación, como
racismo, etcétera. Los representantes de estas culturas consideran la crítica
como una ofensa a sus personas, como un intento premeditado de humillarlos,
incluso como una forma de ensañarse con ellos. Si se les dice que su ciudad
está sucia, lo perciben como si les dijésemos que lo están ellos, que tienen
sucias las orejas, el cuello, las uñas, etcétera. En lugar de sentido
autocrítico, llevan dentro un montón de resentimientos, complejos, envidias, rencores,
enojos y manías. Esto hace que, desde el punto de vista de su cultura, de su
estructura, sean incapaces de progresar, de crear en ellos, en su interior, una
voluntad de cambio y desarrollo.”
Ryszard Kapuscinski. Ebano. Editorial
Anagrama.