“Porque no hay aquí
una sola concesión al placer, ni a la felicidad. Es inútil buscar un detalle
tierno, una calle, una sola, donde la alegría esté pintada en la arquitectura.
Pareciera que un gesto terminante, ha barrido de la piedra la posibilidad del
jardín, que una voz ha gritado en el horizonte su orden de callar y morir, y
aquí se calla y se muere. Sólo por la mañana, cuando el sol alumbra, la piedra
aparece mojada de una cierta luz de ingenuidad, pero en cuanto el sol traspone
el cenit, y los grandes lienzos de sombras comienzan a caer a lo largo de las
fachadas, y algunas luces se encienden tras de los ventanales, el alma se llena
de horror al vivir, el entendimiento se cubre de telarañas de meditación,
abiertas de par en par, las tremendas puertas de las iglesias, más obscuras
abajo que si anocheciera, con los vitrales altos, con las pinturas de pasión color
bermejo, y se sale...”
Roberto Artl.