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lunes, 21 de febrero de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





MARBURG


            “Hace setecientos años vivió y actuó aquí el Magíster y maestro inquisidor Konrad: Gran Inquisidor de Alemania.
         En el año 1231 el Papa Gregorio IX escribió una carta al Magíster Konrad en la que le expresaba su agradecimiento y a él su “hijo amado” le otorgaba los siguientes poderes: Konrad debía alistar ayudantes idóneos, de donde quisiera; podía imponer el interdicto a su arbitrio, como también el destierro. El maestro inquisidor y sus cómplices (uno de ellos, de nombre Hans, se alababa de poder ver a través de las paredes de una casa al hereje que allí estuviera) organizaron un regimiento terrorífico sin precedentes en Alemania. Prestaron oídos a toda denuncia y pidieron cuentas a todo aquél que algo dijera de cualquier herejía. Aquél que negaba era quemado “el mismo día de haber sido sentenciado sin que fuera posible ningún tipo de defensa o apelación”. Para todo acusado inocente había una sola posibilidad: declarase hereje arrepentido. Así salvaba la vida, se le cortaba el pelo hasta las orejas, tenía que coser una cruz sobre su vestimenta y todos los domingos, semidesnudo, ir a la iglesia entre la epístola y el evangelio para se azotado.
         Cuando alrededor del año 1212 fueron detenidos los herejes de Estrasburgo, “se hizo abrir una fosa profunda y amplia para la cremación que en el día de hoy se llama la fosa de los herejes: a su interior se condujo a los herejes entre grandes lamentaciones; sus hijos y sus amigos les rogaban que se convirtieran al cristianismo, pero ellos permanecían impertérritos y cantaban y oraban invocando a Dios, decían que no podían abandonar a su Dios; por propia voluntad caminaron al fuego, fueron rodeados con leños y calcinados entre grandes lamentaciones. Deben haber siso más de cien, entre ellos, muchas nobles personas”. Konrad von Marburg, como muchos suponen, estuvo involucrado en esas ejecuciones masivas. Por doquiera, en Alemania fueron “interrogados incontables herejes por Magíster Konrad como autoridad apostólica y luego sentenciados por veredicto profano y quemados”. Una vez detuvo, en su ciudad materna de Marburg, algunos caballeros, sacerdotes y otra gente selecta; unos se convirtieron, otros fueron quemados detrás del castillo de Marburg y por esto aún se llama el Arroyo de los Herejes”.
El Arroyo de los Herejes se ha transformado actualmente en una calle igual a cualquier otra. Sólo su nombre advierte sobre las atrocidades allí cometidas por un representante especial de Roma: Tampoco la iglesia de Santa Isabel, construida en estilo gótico temprano, como catedral sepulcro de Santa Isabel y cerrando con su pesadez el Arroyo de los herejes, habría recordado aquellos sucesos si Konrad no hubiese sido el director espiritual de Isabel. –Sin Konrad von Marburg hubiese habido una condesa, Isabel von Thuringen, pero ninguna Santa Isabel.”


Otto Rahn. La corte de Lucifer. Ediciones Internacionales Rigal