MARBURG
“Hace setecientos años vivió y actuó aquí el Magíster
y maestro inquisidor Konrad: Gran Inquisidor de Alemania.
En el
año 1231 el Papa Gregorio IX escribió una carta al Magíster Konrad en la que le
expresaba su agradecimiento y a él su “hijo amado” le otorgaba los siguientes
poderes: Konrad debía alistar ayudantes idóneos, de donde quisiera; podía
imponer el interdicto a su arbitrio, como también el destierro. El maestro
inquisidor y sus cómplices (uno de ellos, de nombre Hans, se alababa de poder
ver a través de las paredes de una casa al hereje que allí estuviera)
organizaron un regimiento terrorífico sin precedentes en Alemania. Prestaron
oídos a toda denuncia y pidieron cuentas a todo aquél que algo dijera de
cualquier herejía. Aquél que negaba era quemado “el mismo día de haber sido
sentenciado sin que fuera posible ningún tipo de defensa o apelación”. Para
todo acusado inocente había una sola posibilidad: declarase hereje arrepentido.
Así salvaba la vida, se le cortaba el pelo hasta las orejas, tenía que coser una
cruz sobre su vestimenta y todos los domingos, semidesnudo, ir a la iglesia
entre la epístola y el evangelio para se azotado.
Cuando
alrededor del año 1212 fueron detenidos los herejes de Estrasburgo, “se hizo abrir
una fosa profunda y amplia para la cremación que en el día de hoy se llama la
fosa de los herejes: a su interior se condujo a los herejes entre grandes
lamentaciones; sus hijos y sus amigos les rogaban que se convirtieran al
cristianismo, pero ellos permanecían impertérritos y cantaban y oraban
invocando a Dios, decían que no podían abandonar a su Dios; por propia voluntad
caminaron al fuego, fueron rodeados con leños y calcinados entre grandes
lamentaciones. Deben haber siso más de cien, entre ellos, muchas nobles
personas”. Konrad von Marburg, como muchos suponen, estuvo involucrado en esas
ejecuciones masivas. Por doquiera, en Alemania fueron “interrogados incontables
herejes por Magíster Konrad como autoridad apostólica y luego sentenciados por
veredicto profano y quemados”. Una vez detuvo, en su ciudad materna de Marburg,
algunos caballeros, sacerdotes y otra gente selecta; unos se convirtieron,
otros fueron quemados detrás del castillo de Marburg y por esto aún se llama el
Arroyo de los Herejes”.
El Arroyo de los Herejes se ha transformado actualmente
en una calle igual a cualquier otra. Sólo su nombre advierte sobre las
atrocidades allí cometidas por un representante especial de Roma: Tampoco la
iglesia de Santa Isabel, construida en estilo gótico temprano, como catedral
sepulcro de Santa Isabel y cerrando con su pesadez el Arroyo de los herejes,
habría recordado aquellos sucesos si Konrad no hubiese sido el director
espiritual de Isabel. –Sin Konrad von Marburg hubiese habido una condesa,
Isabel von Thuringen, pero ninguna Santa Isabel.”
Otto Rahn. La corte
de Lucifer. Ediciones Internacionales Rigal