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jueves, 3 de febrero de 2011

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






SERAFÍ


        “Como hacía frío, caminábamos deprisa, y Serafí nos seguía en la forma que acabamos de describir. De vez en cuando, el filólogo alargaba el brazo y le pasaba la mano por encima, lo que producía entre ambos seres un juego de miradas de postal al bromuro que indicaba la existencia de un diálogo permanente, lleno de dulzura y de matices delicados y tiernos.
        --¿Hace tiempo que tiene usted este perro? –pregunté a Tintorer.
        --Hará un mes.
        --Veo que le habla usted en catalán. ¿Cree usted que lo entiende?
        --Tiene gran facilidad para las lenguas. A juzgar por su receptividad, si pudiese hablar sería políglota. Es muy inteligente.
        --Después de todo, es natural. Usted también es políglota, ¿no es verdad?
        --Hombre, ¿qué voy a decirle? Le diré, si me lo permite, que soy un polígrafo minúsculo.
        --Es usted joven y modesto. A su edad, estas virtudes son difíciles de encontrar reunidas. Deje usted que pasen los años. Saldrá usted adelante. Logrará ser un polígrafo. Si este Serafí es tan inteligente y tan dotado para la comprensión lingüística como usted dice, es natural que se encuentre bien en su compañía. Los políglotas con los políglotas, ¿comprende? Son las afinidades electivas. El perro lo debió de ver claro desde el primer momento.
        --Nunca sé si habla usted en broma o en serio…
        --Me confunde. He hablado y hablo siempre en serio; lo que ocurre es que por cortesía, por no aburrir a mi interlocutor, trato de decir las cosas de una manera divertida. La vida social sería horrible si cada vez que hablamos con un amigo utilizásemos un lenguaje monótono, malcarado, severo y triste. Estoy tan contento de saber que tiene usted perro y de ver que ha establecido con él tan buena compañía, que a veces no noto tanto frío.
        --No sé, no sé… Esta cordialidad que me manifiesta Serafí quizás sea debida a que el perro tiene la esperanza de que algún día, cuando haga mejor tiempo, le lleve a vivir afuera, a un medio adecuado para hurgar las madrigueras de los tejones y de toda clase de animales. La finalidad específica de esta clase de perros es matar tejones. Si al final, situados en otro ambiente, parece que están dispuestos a comprender todas las lenguas que sus amos puedan utilizar, es con la esperanza de que algún día se verán complacidos por lo que a los tejones hace referencia.
        --¿Quiere dar usted a entender que sospecha que el perro simula cordialidad?
        --¿Quién no simula en este mundo? Todo el mundo va a lo suyo y todo es una comedia. Lo que digo es que la ilusión de este perro son los tejones, como la mía es la filología. Todo lo demás son futilidades…”


Josep Pla. La vida amarga. Ediciones Destino.