SERAFÍ
“Como
hacía frío, caminábamos deprisa, y Serafí
nos seguía en la forma que acabamos de describir. De vez en cuando, el filólogo
alargaba el brazo y le pasaba la mano por encima, lo que producía entre ambos
seres un juego de miradas de postal al bromuro que indicaba la existencia de un
diálogo permanente, lleno de dulzura y de matices delicados y tiernos.
--¿Hace
tiempo que tiene usted este perro? –pregunté a Tintorer.
--Hará
un mes.
--Veo
que le habla usted en catalán. ¿Cree usted que lo entiende?
--Tiene
gran facilidad para las lenguas. A juzgar por su receptividad, si pudiese
hablar sería políglota. Es muy inteligente.
--Después
de todo, es natural. Usted también es políglota, ¿no es verdad?
--Hombre,
¿qué voy a decirle? Le diré, si me lo permite, que soy un polígrafo minúsculo.
--Es
usted joven y modesto. A su edad, estas virtudes son difíciles de encontrar
reunidas. Deje usted que pasen los años. Saldrá usted adelante. Logrará ser un
polígrafo. Si este Serafí es tan
inteligente y tan dotado para la comprensión lingüística como usted dice, es
natural que se encuentre bien en su compañía. Los políglotas con los
políglotas, ¿comprende? Son las afinidades electivas. El perro lo debió de ver
claro desde el primer momento.
--Nunca
sé si habla usted en broma o en serio…
--Me
confunde. He hablado y hablo siempre en serio; lo que ocurre es que por
cortesía, por no aburrir a mi interlocutor, trato de decir las cosas de una manera
divertida. La vida social sería horrible si cada vez que hablamos con un amigo
utilizásemos un lenguaje monótono, malcarado, severo y triste. Estoy tan
contento de saber que tiene usted perro y de ver que ha establecido con él tan
buena compañía, que a veces no noto tanto frío.
--No
sé, no sé… Esta cordialidad que me manifiesta Serafí quizás sea debida a que el perro tiene la esperanza de que
algún día, cuando haga mejor tiempo, le lleve a vivir afuera, a un medio
adecuado para hurgar las madrigueras de los tejones y de toda clase de
animales. La finalidad específica de esta clase de perros es matar tejones. Si
al final, situados en otro ambiente, parece que están dispuestos a comprender
todas las lenguas que sus amos puedan utilizar, es con la esperanza de que
algún día se verán complacidos por lo que a los tejones hace referencia.
--¿Quiere
dar usted a entender que sospecha que el perro simula cordialidad?
--¿Quién
no simula en este mundo? Todo el mundo va a lo suyo y todo es una comedia. Lo
que digo es que la ilusión de este perro son los tejones, como la mía es la
filología. Todo lo demás son futilidades…”
Josep Pla. La vida amarga. Ediciones Destino.