Me acuerdo de que al pie de la
pasarela que cruzaba las vías del ferrocarril de circunvalación, en lo alto de
la calle del Ranelagh, y que permitía acceder al bosque de Boulogne, había una
pequeña construcción que servía de tenderete a un zapatero, y que después de la
guerra quedó cubierta de cruces gamadas porque, al parecer, el zapatero había
sido colaboracionista.
Georges Perec.