«—¿Le gusta la India? —me preguntó la señora Bristow.
—Oh, sí, pienso que es maravillosa.
—¿Y qué piensa de la gente?
—Me gusta muchísimo, y los encuentro sumamente interesantes.
—¡Oh, qué mentiroso! ¿No le oí decir el otro día algo sobre «la horrenda charla angloindia»?
—Pero pensé que ahora se refería a los indios, no a los angloindios.
—¡Los indios! Yo nunca pienso en ellos.
—Bueno, dijo «la gente».
—Me refería a nosotros , la gente, estúpido.
—Ya veo. Bueno, empecemos de nuevo.»
Joseph Randolph Ackerley.