DE FILOSOFOS Y ZANGANOS
«En la sociedad
soviética, el estatuto social del trabajo es otro. El ejercicio del trabajo
cesa de ser una libertad para constituirse en una obligación, y no ya
simplemente moral, sino jurídica y coercible ante la ley. El trabajo es una
obligación en cuanto a que el individuo debe siempre trabajar, y en cuanto a
que no es de su sola incumbencia personal optar por tal o cual oficio,
profesión o actividad. Aquí residen dos de las más esenciales diferencias entre
la concepción burguesa del trabajo y la concepción soviética. Dentro de la
primera hay el error de entender por libertad de trabajo lo que, en verdad, no
es más que un libertinaje. El trabajo, material o intelectual es, en efecto,
una ley esencialmente humana. Se argumentará que ésta no es una ley universal,
citando el caso de ciertas especies zoológicas que no trabajan, tales como los
marmas y los zánganos. Los filósofos antiguos han podido, asimismo; predicar el
desprecio al trabajo, considerándolo como degradante para el hombre. Pero
conviene rechazar el primer argumento, recordando el lindero que, desde este
punto de vista, existe entre la sociedad humana y la sociedad animal. Ya el socialismo
utópico cayó, hace cien años, en el error de identificar ambas sociedades, en
su mecánica y destinos esenciales, tomando la convivencia de las bestias como
modelo de la convivencia humana. Marx destruyó este absurdo, que, como casi todos
los principios del socialismo utópico, es en el fondo burgués y hasta reaccionario
en medio de su fachada revolucionaria. Por lo que respecta a los filósofos
antiguos, se trata de una opinión de elite, de una postura aristocrática, de la
moral clasista de los parásitos que viven a expensas del obrero o del esclavo y
para los que Lafargue reclama, burlándose de ellos, un derecho a la pereza.»
Cesar
Vallejo.
Rusia en
1931.
Editora
Perú Nuevo