EL VAPOR DELFÍN
«A las nueve de la noche el vapor «Delfín», de la Compañía
Trasmediterránea, se despega del dique con un agrio roncar de cadenas; el
trajín submarino de la hélice hace temblar los mástiles, y de la chimenea se
desprende una larga columna de humo, semejante a un airón. Desde el lienzo obscuro
del muelle, escasamente alumbrado, algunos pañuelos blancos saludan al convoy.
La despedida es triste, silenciosa; los que se quedan, como los que se van,
reprimen su pena; aquella despedida sin efusiones, tiene toda la rigidez
glacial de un deber.
El barco va abarrotado de mercancías y de caballos, y el pasaje,
casi exclusivamente militar, lo componen un centenar de soldados bisoños y, numerosos
graduados, que, después de dos o tres meses de licencia, regresan a África; la
tierra hostil donde esperan a los bravos las cruces de la Gloria y la Muerte.
Las luces verdes, rojas y blancas, distribuidas a lo largo» de la ancha herradura
de la bahía, hunden sus reflejos en la limpidez del agua dormida, y los faros
guiñadores y distantes, al proyectar su chorro: luminoso paralelamente a la
línea del horizonte, parecen cometas. Aquí y, allá, en la claridad indecisa de la
noche estrellada, los veleros anclados levantan sus mástiles, a los que las
vergas dan expresión mística, y, una emoción de advertencia y consejo tiembla
en los baupreses que nos apuntan. Gradualmente el «Delfín» acelera su marcha; de
pronto, al enfrentarse con el mar libre, tremante, negro como el Enigma, una
fuerte ráfaga de aire pasa sobre el buque, y una ola poderosa lo cunea de popa
a proa; así estremecido, parece temblar, el «Delfín» tiene miedo...
Dejamos la cubierta y por una escalerilla bajamos a la cámara
«de primera». Un olor nauseabundo a retretes sin agua, una atmósfera densa, recargada
de miasmas, que conserva el aliento pestilente de cuantos millares de personas
se marearon allí, oprime nuestra garganta, y una sensación de asco nos sube a
los labios. Aquellos corredores mal alumbrados y sucios huelen a vómito. »
Eduardo Zamacois.
De Córdoba a Alcázarquivir.
Casa Editorial Maucci.