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sábado, 4 de septiembre de 2021

OBITER DICTUM






Mi madre, que sentía un odio implacable por la guerra, seguía de cerca todo lo que pudiera significar su fin. No tenía relaciones políticas, pero Zürich se había convertido en un centro de pacifistas de los más diversos países y tendencias. Una vez, al pasar delante de un café, me señaló el enorme cráneo de un hombre sentado junto a la ventana; sobre la mesa tenía una gran pila de periódicos; tenía uno en la mano, que acercaba mucho a sus ojos. De repente echó atrás la cabeza, se dirigió a otro hombre que estaba junto a él, y le habló vehementemente. Mi madre me dijo: «Míralo bien. Es Lenin. Vas a oír hablar mucho de él».

Elías Canetti.