DE LA DESTRUCCIÓN DE LOS
ÍDOLOS Y LOS TEMPLOS
“Aunque el principal cuidado del sacerdote debe ser quitar los
ídolos del corazón de los indios y esto se hace más con doctrina y exhortación,
sin embargo, no ha de descuidar el quitárselos también de los ojos y apartarlos
de todo el uso de la vida. De lo cual nos dan las sagradas Letras ilustres
documentos y ejemplos. «Destruid, dice, el Señor, las aras y quemad los bosques
sagrados.». De ello alaba la Escritura a Asa y a Josías, y asimismo a Ecequías,
porque destruyó la serpiente de bronce que había hecho Moisés.
Deben, pues, los sacerdotes y príncipes cuidar con diligencia de abolir toda
especie y sospecha de superstición. Lo cual pueden hacer bien y ordenadamente
de dos modos, conforme a la disciplina cristiana. El primero con los ya
cristianos que han sido bañados por el bautismo, en los que no se ha de tolerar
ningún vestigio de superstición gentílica, sino que cualquier especie de
idolatría, si se descubre que la han cometido, hay que perseguirla acerbamente;
y si no, hay que precaverla con diligencia destruyendo todos los signos de
ella. Esto refiere Agustín haber hecho él, y demuestra que se debe hacer. Esto manda expresamente el canon de cierto concilio. «Con sumo esfuerzo, dice, deben procurar los obispos y sus
ministros que los árboles consagrados a los demonios que adora el vulgo y los
tiene en tanta veneración que no se atreve a quitarles una rama o un retoño,
sean cortados de raíz y quemados.» Asimismo las piedras que en lugares ruino son
y silvestres veneran engañados por las ilusiones de satanás, se arranquen de
cuajo y se arrojen en partes donde nunca puedan ser veneradas por sus
adoradores. Y a todos se amoneste qué gran crimen es la idolatría, y que el que
venera estas cosas y las adora, como quien niega su Dios y renuncia a ser
cristiano, debe recibir tal penitencia como si adorase a los ídolos; y a todos
se prohíba que hagan voto ni lleven candela ni cualquier otra ofrenda rogando
por su salud a ningún sitio fuera de la iglesia, ofreciéndolo a Dios nuestro
Señor. Canon que he referido de propósito porque veo que en ritos semejantes
caen mucho los indios bautizados, y los sacerdotes se cuidan poco de ello. No
solamente, pues, los ídolos y las señales notables de idolatría es necesario raerlos
de la tierra, sino cualesquiera rastros de superstición, usando si es preciso
para ello del poder y la autoridad.
Todo esto con relación a los súbditos e hijos de la Iglesia. Con los
infieles hay que distinguir cuidadosamente, porque si observan sus ritos y
ceremonias sin escándalo de los fieles, dejando que cada uno viva
tranquilamente en su ley, hay que dejarlos en su ceguedad hasta que sean
iluminados del Altísimo. Porque a ellos se refieren las palabras del apóstol:
«A los que son de fuera, Dios los juzgará». Mas si son
súbditos de los príncipes cristianos, y causan escándalo a los fieles, no se
han de tolerar. Conforme a lo cual alaba Agustín las leyes de Constantino
Magno, en que mandó cerrar los templos paganos y derribar los ídolos; y asimismo Ambrosio contra Símico, prefecto de la ciudad,
defendió con gran elocuencia que se hubiera arrojado fuera del Senado romano el
ara de la Fortuna; y también el concilio de Ilíberis ordena que los señores
destruyan los ídolos de sus siervos. Y de esta manera en
los súbditos infieles, sobre todo cuando los ritos paganos y la idolatría hacen
daño a los nuevos fieles, pueden y deben ser reprimidos, a no ser que prevea el
prudente gobernante que se han de seguir mayores inconvenientes y tumultos. Mas
hay que tener gran cuidado de que en vez de los ritos perniciosos se
introduzcan otros saludables, y borrar unas ceremonias con otras. El agua
bendita, las imágenes, los rosarios, las cuentas benditas, los cirios y las
demás cosas que aprueba y frecuenta la santa Iglesia, persuádanse los
sacerdotes que son muy oportunas para los neófitos, y en los sermones al pueblo
cólmelas de alabanzas para que, dejada la antigua superstición, se acostumbren
a los nuevos signos y usos cristianos. Con lo cual se conseguirá que, ocupados
en ritos mejores y más decentes, dejen caer de sus manos y de su corazón las
viejas supersticiones de su secta.”
José de
Acosta.
Predicación de Evangelio en las Indias.
Predicación de Evangelio en las Indias.