«Lo cierto es que, en el mundo
administrado y organizado a escala planetaria, la aventura y el misterio del
viaje parecen acabados; los viajeros de Baudelaire, que partían a la búsqueda
de lo inaudito y estaban dispuestos a naufragar durante el viaje, encuentran en
lo ignoto, pese a cualquier desastre imprevisto, el mismo tedio que han dejado
en casa. De todos modos, moverse es mejor que nada: se mira por la ventanilla
del tren que se precipita en el paisaje, se ofrece la cara al escaso frescor
que desciende de los árboles del paseo mientras uno se mezcla con la gente, y
algo corre y pasa a través del cuerpo, el aire se mete dentro de la ropa, el yo
se dilata y se contrae como una medusa, un poco de tinta sale del tintero y se
diluye en un mar color tinta. Pero esta blanda relajación de los nexos, que
sustituye el uniforme por un pijama, equivale sobre todo a la hora del recreo
en el programa escolar, más que a la promesa de la gran disolución, del loco
vuelo en que se supera el confín.»
Claudio Magris