ALGAS DE ABRIL
Era aquella tarde una pincelada de primavera silenciosa.
El sol se moría en mi cabeza
sereno, pálido y enfermo,
en el aceite azulado de la bahía.
Mis lágrimas resecas, sin palabras,
arrojaban pequeñas monedas
de bronce niquelado al mar calmo.
Mi padre ausente caminaba entre nosotros
con la indiferencia de un dandy muerto.
con la indiferencia de un dandy muerto.
Aún las veo hundiéndose en el agua,
protagonistas de un corto aplazado
en un sordo pasodoble sin orquesta,
como peces del adiós en la ultima travesía,
hasta ser devoradas por las algas rapaces de su cementerio.
Adelina
Aller.