«Alice Dean regentaba un
burdel en la esquina más cercana de nuestra casa y yo hacía recados para ella y
sus chicas. En aquellos tiempos tenía una mentalidad muy comercial. Nunca iba a
la tienda para nadie por menos de cinco o seis centavos. Pero corría de un lado
a otro por Alice y las chicas; incluso lavaba palanganas, retiraba el jabón
Lifebuoy y las toallas. Cuando llegaba el momento de pagarme, le decía a Alice
que podía guardarse el dinero si me dejaba subir a su sala de estar para
escuchar a Louis Armstrong y a Bessie Smith en su victrola.»
Billie
Holiday.