RATAS
“Efectivamente, llegado el
momento, nos llevó a un lugar, más allá de los establos y las pilas de leña,
donde se arrojaban cada día las vísceras de los animales sacrificados, los
huesos, los restos de comida de la cocina y la basura de aquella casa tan
dispendiosa y desordenada. Nos sentamos todos en fila sobre un tronco, entre
los rastrojos secos junto al pestilente lugar, y nos advirtió que guardásemos
silencio y no dijéramos ni una palabra, puesto que según dijo, a menos que nos
moviéramos o hiciésemos algún ruido, las ratas no nos prestarían atención y nos
tomarían por una entre tantas formas vegetales. Y así fue; muy poco después de
la puesta del sol, empezamos a ver ratas que se deslizaban por doquier desde la
pila de leña y entre los rastrojos. Todas convergían en un mismo lugar: la
generosa mesa que había dispuesta para ellas y para los halcones carroñeros que
acudían durante el día. Ratas grises, grandes y viejas, de cola escamosa, otras
más pequeñas y más pequeñas todavía; las más chicas eran poco más grandes que
un ratón. Aquel sitio se convirtió en un hervidero, todas se afanaba buscando
con qué alimentarse, comían, chillaban, peleaban y se mordían entre sí. Nunca
habría imaginado que el mundo contuviera tantas ratas como las que vi entonces
congregadas ante mí.
De pronto nuestro guía se puso en pie y
comenzó a dar palmas ruidosamente, lo que produjo un efecto curioso: se oyó un
chillido de pánico, breve y agudo, procedente de la atareada multitud, seguido
por un momento de calma absoluta, en el que las ratas quedaron como
petrificadas y que duró un segundo o dos; después, salieron disparadas huyendo
precipitadamente en todas direcciones y desaparecieron, como con un susurro,
entre la hierba y la madera seca.
Había sido un espectáculo notable y lo
disfrutamos extraordinariamente; convirtió al Mus decumanus en un animal de
enorme importancia en mi imaginación. Pronto se hizo aún más importante, en un
sentido desagradable, cuando pudimos comprobar que las ratas eran tan
abundantes dentro como fuera de la casa. Los diferentes sonidos que hacían durante
la noche eran aterradores: pasaban por encima de la cama y a veces nos
despertábamos y descubríamos una que se había metido entre las sábanas e
intentaba frenéticamente salir de allí. Dábamos un alarido, despertábamos a
media casa y todos imaginaban que algo terrible había ocurrido. Pero cuando
descubrían el motivo, se reían de nosotros y nos reprendían por ser tan
cobardicas.”
W.H. Hudson.
Allá lejos y tiempo atrás.
Acantilado.
Allá lejos y tiempo atrás.
Acantilado.