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miércoles, 25 de abril de 2018

ALLÁ EN LAS INDIAS




LOS SIETE PECADOS MORTALES


«No dejaré pasar en silencio un caso digno de memoria, en que se ve lo que hace el demonio cuando anda suelto: o un hombre que se la parece cuando alza su manutenencia. Estaba en la ciudad de Santiago un vecino de buena suerte llamado Pedro de Miranda casado con una señora principal llamada doña Esperanza de Rueda: este tenía una hija mestiza casada con un Bernabé Mejía vecino de la Concepción, la cual estaba siempre en la casa de su padre por andar su marido ordinariamente en la guerra. Sucedió que viniendo este una vez a su casa mostraba mal rostro a su mujer llamada Catalina de Miranda de suerte, que ella vivía con el recato posible por desvelar al marido de las sospechas que a lo que se entiende eran vanas, y como un día la llamase su madrastra doña Esperanza para llevarla a vísperas, que eran de los finados (aunque para ellos no fueron vísperas, sino día) comenzó la moza a rehusarse diciendo que su marido se disgustaba de verla salir de casa: a lo cual sobrevino el marido diciendo, que lo dejase por entonces pues ella no arrostraba la salida. Encolerizose doña Esperanza, y dijo algunas palabras, de las que suelen las mujeres, cuando están bravas, cuya ira dice el Espíritu Santo ser tan encendida que ninguna otra echara el pié adelante: con las cuales palabras se encendió también la ira del Bernabé Mejía tanto que poniendo mano a la espada la dio de estocadas: y acudiendo su mujer a aplacarle la tendió también a ella muerta junto a su madrastra: salió al ruido Pedro de Miranda, que estaba durmiendo la siesta con el cual arremetió el matador, y le atravesó dejándole muerte como a su mujer e hija: estaba en aquella casa un huésped llamado Francisco de Soto el salió al estruendo, y con este también embistió el que tenía embestido el espíritu de homicidio, y le postró en tierra saliendo con su espada teñida en sangre, que aunque de seis personas era casi toda una por ser de padres e hijos pues murieron a las dos vueltas dos cristianos, que estaban los vientres de las desventuradas señoras cuya casa quedó regada con su sangre. Apenas acabó la matanza cuando murió él siendo arrastrado por la ciudad, y después hecho cuartos a la puerta de la mesma casa cumpliéndose siete muertes con la suya: que parece que andaban sueltos los siete pecados mortales»


Pedro Mariño de Lovera. 
Historia de la conquista de Chile.