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lunes, 30 de abril de 2018

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






RATAS


        “Efectivamente, llegado el momento, nos llevó a un lugar, más allá de los establos y las pilas de leña, donde se arrojaban cada día las vísceras de los animales sacrificados, los huesos, los restos de comida de la cocina y la basura de aquella casa tan dispendiosa y desordenada. Nos sentamos todos en fila sobre un tronco, entre los rastrojos secos junto al pestilente lugar, y nos advirtió que guardásemos silencio y no dijéramos ni una palabra, puesto que según dijo, a menos que nos moviéramos o hiciésemos algún ruido, las ratas no nos prestarían atención y nos tomarían por una entre tantas formas vegetales. Y así fue; muy poco después de la puesta del sol, empezamos a ver ratas que se deslizaban por doquier desde la pila de leña y entre los rastrojos. Todas convergían en un mismo lugar: la generosa mesa que había dispuesta para ellas y para los halcones carroñeros que acudían durante el día. Ratas grises, grandes y viejas, de cola escamosa, otras más pequeñas y más pequeñas todavía; las más chicas eran poco más grandes que un ratón. Aquel sitio se convirtió en un hervidero, todas se afanaba buscando con qué alimentarse, comían, chillaban, peleaban y se mordían entre sí. Nunca habría imaginado que el mundo contuviera tantas ratas como las que vi entonces congregadas ante mí.
        De pronto nuestro guía se puso en pie y comenzó a dar palmas ruidosamente, lo que produjo un efecto curioso: se oyó un chillido de pánico, breve y agudo, procedente de la atareada multitud, seguido por un momento de calma absoluta, en el que las ratas quedaron como petrificadas y que duró un segundo o dos; después, salieron disparadas huyendo precipitadamente en todas direcciones y desaparecieron, como con un susurro, entre la hierba y la madera seca.
        Había sido un espectáculo notable y lo disfrutamos extraordinariamente; convirtió al Mus decumanus en un animal de enorme importancia en mi imaginación. Pronto se hizo aún más importante, en un sentido desagradable, cuando pudimos comprobar que las ratas eran tan abundantes dentro como fuera de la casa. Los diferentes sonidos que hacían durante la noche eran aterradores: pasaban por encima de la cama y a veces nos despertábamos y descubríamos una que se había metido entre las sábanas e intentaba frenéticamente salir de allí. Dábamos un alarido, despertábamos a media casa y todos imaginaban que algo terrible había ocurrido. Pero cuando descubrían el motivo, se reían de nosotros y nos reprendían por ser tan cobardicas.”



W.H. Hudson. 
Allá lejos y tiempo atrás. 
Acantilado.

sábado, 28 de abril de 2018

OBITER DICTUM




La molestia que supone escribir un libro sobre ti mismo es que no puedes andar haciéndote el estúpido. Si escribes sobre cualquier otra persona, puedes estirar la verdad desde aquí hasta Finlandia. Si escribes sobre ti mismo, la más pequeña desviación te hace advertir en seguida que puede haber honor entre los ladrones, pero que tú no eres más que un cochino mentiroso.


Groucho Marx

miércoles, 25 de abril de 2018

ALLÁ EN LAS INDIAS




LOS SIETE PECADOS MORTALES


«No dejaré pasar en silencio un caso digno de memoria, en que se ve lo que hace el demonio cuando anda suelto: o un hombre que se la parece cuando alza su manutenencia. Estaba en la ciudad de Santiago un vecino de buena suerte llamado Pedro de Miranda casado con una señora principal llamada doña Esperanza de Rueda: este tenía una hija mestiza casada con un Bernabé Mejía vecino de la Concepción, la cual estaba siempre en la casa de su padre por andar su marido ordinariamente en la guerra. Sucedió que viniendo este una vez a su casa mostraba mal rostro a su mujer llamada Catalina de Miranda de suerte, que ella vivía con el recato posible por desvelar al marido de las sospechas que a lo que se entiende eran vanas, y como un día la llamase su madrastra doña Esperanza para llevarla a vísperas, que eran de los finados (aunque para ellos no fueron vísperas, sino día) comenzó la moza a rehusarse diciendo que su marido se disgustaba de verla salir de casa: a lo cual sobrevino el marido diciendo, que lo dejase por entonces pues ella no arrostraba la salida. Encolerizose doña Esperanza, y dijo algunas palabras, de las que suelen las mujeres, cuando están bravas, cuya ira dice el Espíritu Santo ser tan encendida que ninguna otra echara el pié adelante: con las cuales palabras se encendió también la ira del Bernabé Mejía tanto que poniendo mano a la espada la dio de estocadas: y acudiendo su mujer a aplacarle la tendió también a ella muerta junto a su madrastra: salió al ruido Pedro de Miranda, que estaba durmiendo la siesta con el cual arremetió el matador, y le atravesó dejándole muerte como a su mujer e hija: estaba en aquella casa un huésped llamado Francisco de Soto el salió al estruendo, y con este también embistió el que tenía embestido el espíritu de homicidio, y le postró en tierra saliendo con su espada teñida en sangre, que aunque de seis personas era casi toda una por ser de padres e hijos pues murieron a las dos vueltas dos cristianos, que estaban los vientres de las desventuradas señoras cuya casa quedó regada con su sangre. Apenas acabó la matanza cuando murió él siendo arrastrado por la ciudad, y después hecho cuartos a la puerta de la mesma casa cumpliéndose siete muertes con la suya: que parece que andaban sueltos los siete pecados mortales»


Pedro Mariño de Lovera. 
Historia de la conquista de Chile.

sábado, 21 de abril de 2018

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






MUERTE DEL OLVIDO

Se me murió el olvido
de repente.
Inesperada-
mente,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose
en el viento.
En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.
Y allí donde estuviera se instaló
de nuevo,
el doloroso amor,
el implacable,
interminable-
mente.


Meira Delmar.

martes, 17 de abril de 2018

OBITER DICTUM






“Poético, verdaderamente, poético, no es sino aquello que atesora pasado, lo que ha vivido y viviendo venció al dolor, lo que ha sufrido y sufriendo venció a la vida. A nuestras mismas previsiones del porvenir las vestimos con hermosura del pasado; es con los recuerdos con que construimos las esperanzas.”


Miguel de Unamuno

viernes, 13 de abril de 2018

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE







ADIÓS, BEBO



“Yo soy un hombre democrático totalmente. Mientras que tú no infrinjas la ley, haz lo que te dé la gana y lo que tú quieras. Ahora, no me obligues a mí a hacer lo que tú haces. Eso es todo.
Empezaron insinuando que trabajaba para los… (gángsteres), y en todos los casinos los había, pero si no te metías con ellos o les quitabas la chica no pasaba nada; luego que si tocaba piezas americanas, ¿y cómo no las iba a tocar si la mayor parte del público de Tropicana procedía de Estados Unidos o Canadá? Y, finalmente me hicieron la vida imposible.”

“Mandaron a Luis Yáñez, un comunista bravo que estaba a cargo del personal. Era compositor. (Yáñez había sido miembro del movimiento de feeling en los años cuarenta.) Es un hombre que era amigo mío, pero la represión tumba a los hombres y los hace chivatos y los hace mierdas. Era un protegido mío. Yo le hice muchos arreglos. Pero vino la revolución y las cosas cambiaron. A ése, que tan cercano era, lo pusieron de espía. Vivía hasta en el mismo lugar donde yo vivía. A ése mandaron a proponerme esto.”

“Yo no soy político, pero ese sistema… no me va. Como no quise integrarme, me botaron de todas partes. Entraron (a dirigir los centros donde se producía música) individuos que de música no sabían nada, y me tumbaban cada vez que ellos me decían:”Compañero, que hay que hacer esto así”, y yo decía que no. Pasé al Havana Hilton, y me tumbaron; al Habana Riviera, y me tumbaron; era director (musical) de El show de las 7 de Radio Progreso, y me tumbaron… Al gobierno le molestó que yo, siendo de Cuba, fuera un compositor que no pertenecía a una sociedad cubana, sino americana. Les dije: “Cuestión de negocios; yo soy músico, no político”. Pero nada. No aceptas lo que ellos te dicen y no te (admiten). Te quedas fuera y ya.”

“Cuando me fui, ya me habían amenazado con veinte años de cárcel, como hicieron con muchos amigos. Mira, aquí, damos paredón a cualquiera, eso era lo que te decían los que iban vestidos de paisano, que tenían mucho que ver. Un día fui a una transmisión a la radio, y al entrar me ponen la metralleta y me dicen: “Tú no puedes entrar”. Y digo: “Pero, mi orquesta toca a las siete…”. Y responden “Aquí la única persona que no está integrada eres tú”. Ésa era la palabra. Y tenías que ir (a donde) te mandara el miliciano, y hacer lo que te dijera. Yo estaba muy mal visto. Los mejores amigos, yo no los critico y los quiero, pero se quedaron. Así que paredón y veinte años de cárcel, y entonces llame a Reiter y lo preparé todo para irme. No se lo dije a nadie, ni a mi orquesta ni a mi hijo. No podía.”

“Un día vino a casa un capitán de la guardia revolucionaria. Quería que yo le acompañase a la plaza, donde Castro estaba dando un discurso. Le pregunté si habría música y me contestó que Castro era música. Me exigían que me afiliara al Partido. Mi libertad de movimiento se estaba disminuyendo.”

“Abandonar a tus hijos y abandonar tu casa con un contrato incierto y sabiendo que no podías volver más a tu tierra. Hice como Cortés en Veracruz (cuando) quemó las naves… Me dijeron bien: “O te vas o vas preso o te fusilamos. O estás con nosotros o no estás”. Yo tuve que escoger. Mi padre me dio un abrazo y me dijo que no le iba a ver más. No lo vi más. La última vez que habló conmigo, en 1977,  mi mamá dijo que aunque olvidara nunca olvidara lo que fue mi padre y lo que yo fui… Yo sabía que todo lo iba a perder (pero) si tuviera que (tomar) una decisión de nuevo (tomaría) la misma decisión y nada me remordería.”


Mats Lundahl. 
Bebo de Cuba. 
RBA Libros.

sábado, 7 de abril de 2018

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






EL SUEÑO


En tan blando nido
mi corazón descansa,
ni lo asombran
los perdidos fantasmas
que se asoman.
Pasa por mi sueño
la ola calma
de mi respiro.
En tanto olvido
el tiempo de mañana
se prepara,
mientras estoy viviendo
efímera muerte.


Alaíde Foppa

martes, 3 de abril de 2018

OBITER DICTUM






    «Nadie exigirá que pase lista á lo que contienen las demás vitrinas de los modistos supremos. Seis hay, por lo menos, que se imponen: Redfern, Doucet, Laferriére, Félix, Worth, y en pieles y abrigos, Storch; acaso en justicia también debiera nombrar á Raudnitz.»


Emilia Pardo Bazán.

lunes, 2 de abril de 2018

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





ARROGANTE, ESCÉPTICO Y FASCINANTE

En muy raras ocasiones surge entre nosotros un individuo cuyas virtudes sean tan manifiestas para todos, un ser humano con tal empatía hacia sus congéneres de la más variada condición, un sujeto con tanta capacidad para subordinar el amor propio a las necesidades ajenas, para acomodar su vida a la armonía de la comunidad circundante, que cuantos llegan a tratarlo le profesan amor y veneración sin límites. Dalton Trumbo no era esa clase de persona. A nadie que yo haya conocido se le puede aplicar con más justicia el adjetivo «fascinante», aunque un término de significado casi opuesto como «irritante» cuadrara igualmente en la descripción. Otro tanto sucede con un largo repertorio de epítetos que incluiría los siguientes: sabio, divertido, avaro, generoso, sarcástico, solícito, vanidoso, implacable, sinuoso, tierno, pugnaz, altruista, profético, infatigable, miope y soberbiamente lúcido. De costumbres irrevocablemente caseras, a Trumbo le gustaba escribir en la bañera con la pluma en una mano y un cigarrillo en la otra. Su distracción favorita era la polémica, actividad que ejercía mediante una voluminosa correspondencia con amigos y extraños o en épicas conversaciones donde sus contertulios, cuando Trumbo se lanzaba, perdían la noción del tiempo tanto como él. Tengo para mí que hay dos grandes variedades del temperamento humano: la primera, que engloba a la inmensa mayoría sin excluir a muchos sujetos de enorme talento o inteligencia, comprende a quienes tienden a aceptar la realidad tal cual es, observan las reglas establecidas y se someten a la opinión autorizada, sobre todo en campos ajenos a su especialidad o interés; la segunda, exigua en comparación pese a contener una buena cáfila de bellacos, genios, majaderos y enredadores, incluye a los intrínseca y (a menudo) arrogantemente escépticos, a los que desechan las sólidas credenciales del experto y se empeñan en probar cada aseveración por sí mismos sin importarles cuán limitados puedan ser sus atributos para ello. Trumbo pertenecía incuestionablemente al segundo grupo.

Ring Lardner Jr.
Me odiaría cada mañana.

Ediciones Barataria.