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miércoles, 1 de febrero de 2017

ALLÁ EN LAS INDIAS






A RÍO REVUELTO


“Y pareciéndole a don Pedro de Lovera que podía haber a río vuelto ganancia de pescadores, tuvo recelo de algún desmán que podía suceder en el valle de Maque y en el fuerte de Lliben por donde andaba el capitán Pedro de Aranda veinte leguas de Ia ciudad. Envió a Hernando de Salazar vecino della a visitar aquel distrito dando por él una vuelta a ver si el capitán Aranda estaba necesitado de su socorro. Caminó este caudillo con algunos soldados con gran trabajo por estar Ia tierra muy mojada y llena de troncos de árboles, y vascosidad que hacía el camino impertransible. Por lo cual cejó por otra vereda de un camino poco usado y a una legua poco más fue a dar en un puebleciIIo, donde se iban juntando los indios de guerra en tanta suma, que había ya diez i siete caciques con sus escuadras, mas como no les pasaba por pensamiento haber de llegar español allí en toda la vida estaban tan descuidados de tal suceso que aquellos pocos de españoles con no pasar de doce fueron bastantes a desbaratarlos por dar en ellos tan inopinadamente. Y aunque algunos acudieron a las armas, y se defendieron un breve rato, fueron muchos más los que huyeron por diversas partes procurando quitarse delante de los ojos de los españoles. Y fueron estos los mejor parados aunque anduvieron, porque los demás que se pusieron a hacer resistencia quedaron mal heridos, y algunos muertos y no pocos presos en manos de los yanaconas que iban en compañía de los españoles. A todos estos que eran más de doscientos mandó Hernando Salazar poner a recaudo en una casa que allí estaba en la encomienda de Esteban de Guevara, de donde envió aviso al capitán don Pedro de Lovera, el cual acudió a ello con veinte hombres y hizo justicia de los principales cabezas de los rebelados, y con esto se volvió a su casa dejando orden al capitán Salazar de que fuese prosiguiendo el castigo en los en los demás que eran sus secuaces aunque menos rigorosamente.
Poco después acudió el capitán Aranda a poner cerco al fuerte de Lliben, donde había gran suma de enemigos, y habiendo estado veinte días sin poder hacer suerte por estar mui trincheados y fortalecidos con todo jénero de pertrechos, se vino a meter en cólera cansado de tanto esperar, de modo, que quiso aventurarse por no perder más tiempo sin sacar fruto: para esto llevó su jente, a un lugar que caía sobre la fortaleza para entrar por un paso harto peligroso, por no haber otro descubierto, y aunque los enemigos les arrojaron menuda lluvia de piedras y saetas se abalanzaron por entre ellas, en razón de acabar de una vez con esta empresa. Acudieron los rebelados al lugar por donde eran acometidos dándole a los españoles que estaban fuera para arrojarse por entre las albarradas mientras ellos estaban entretenidos con la escuadra en que el capitán andaba, y desta manera les dieron trato por tres partes de suerte, que los desatinaron no dándoles vado a tomar acuerdo, y aunque acometieron a todas partes peleando por un rato cayendo, y levantando hubieron luego de dejar las armas, y desamparar la fortaleza poniéndola toda en los pies y aun quisieran tener para ello alas de ave. Mas con todo eso quedaron más de quinientos en el lazo. Unos que murieron en la batalla, y otros de quien se hizo justicia por haber sido causa della. Mas el efecto fue un gran temor que se metió en los corazones de los indios, con el cual se fueron rindiendo poco a poco a  los españoles acudiendo a dar la paz, y pedir perdón de lo pasado.”


Pedro Mariño de Lovera. Historia de la conquista de Chile