“Pero una filosofía como la de Hegel no
puede responder de modo tan arbitrario, o tan caritativo, a tan inquietante
pregunta; la creación del mundo por Dios o, dicho en términos metafísicos, el
autodesenvolvimiento de la Idea ,
no es algo arbitrario, sino necesario. Esta necesidad no puede ser otra que la
insuficiencia de la primitiva Idea, que la urgencia que la Idea tiene de salir de sí
misma para ver si hay, en ese fuera de ella que es en sí misma, algo que pueda
complacerla. Lo que la Idea
encuentra en esta salida de sí, es, por lo pronto, lo opuesto a ella; al salir
de sí misma, la Idea
se enajena, se pone fuera de sí y pierde su primitiva cordura. Mas la primitiva
cordura de la Idea ,
su estar, quieta y sosegadamente, en sí misma, era la cordura del inocente, del
que cierra los ojos ante el error, la maldad y la culpa. La bondad de la Idea era, por así decirlo, la
del que no se ha encontrado con el mal y, por tanto, no ha podido ni sucumbir a
él ni vencerlo. La verdad y la pureza del inocente son siempre menos valiosas
que la bondad y la pureza del que ha conocido el mal y, en vez de huir de él,
ha iniciado con él un movido y dramático diálogo. Sólo el que ha vivido en
medio del error y de la culpa, sólo el que ha tenido la experiencia del mal, es
decir, sólo el que se ha vuelto una vez loco puede ser al final, cuando ha
regresado sobre sí mismo, definitiva y plenamente cuerdo.”
José Ferrater Mora.