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domingo, 7 de septiembre de 2014

OBITER DICTUM






«En las mañanas de primavera, yo me ponía a trabajar temprano, mientras mi mujer dormía todavía. Las ventanas estaban abiertas de par en par, y el empedrado de la calle iba secándose tras la lluvia. El sol arrancaba la humedad a las fachadas de enfrente. Las tiendas estaban todavía encerradas en sus postigos. El cabrero subía por la calle al son de su flauta, y la mujer que vivía en el piso encima del nuestro bajaba a la calle con un gran jarro. El cabrero escogía una de sus cabras negras, de ubres pesadas, y la ordeñaba en el jarro, mientras el perro arrimaba las demás cabras a la acera. Las cabras miraban a su alrededor, torciendo el cuello como turistas en un panorama nuevo. El cabrero cobraba y daba las gracias a la mujer, y subía calle arriba tocando la flauta, y el perro guiaba a las cabras que meneaban los cuernos a cabezadas.»

Ernest Hemingway.