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jueves, 1 de agosto de 2013

ALLÁ EN LAS INDIAS






ENTRE CIÉNAGAS


        “Como los que iban delante con las guías abriendo el camino me enviaron a decir que andaban desatinados, que no sabían dónde estaban, hice parar la gente, y pasé yo a pie adelante, hasta llegar a ellos; y como vi el desatino que tenían, hice volver la gente atrás a una cienaguilla que habíamos pasado, adonde por causa del agua había alguna poca de yerba que comiesen los caballos, que había dos días que no la comían ni otra cosa, y allí estuvimos aquella noche con harto trabajo de hambre, y poníanoslo mayor la poca esperanza que teníamos de acertar a poblado: tanto, que la gente estaba casi fuera de toda esperanza, y más muertos que vivos. Hice sacar una aguja de marear que traía conmigo, por donde muchas veces me guiaba, aunque nunca nos habíamos visto en tan extrema necesidad como esta; y por ella, acordándome del paraje en que habían señalado los indios que estaba el pueblo ,hallé por cuenta que corriendo al nordeste desde allí donde estábamos salíamos a dar al pueblo y muy cerca de él, y mandé a los que iban delante abriendo el camino que Ilevasen aquel aguja consigo y siguiesen aquel rumbo, sin se apartar de él, y así lo hicieron; y quiso Nuestro Señor que salieron tan ciertos, que a hora de vísperas fueron a dar medio a medio de unas casas de sus ídolos, que estaban en medio del pueblo, de que toda la gente hubo tanta alegría, que casi desatinados corrieron todos al pueblo, y no mirando una gran ciénaga que estaba antes que en él entrasen, se sumieron en ella muchos caballos, que algunos dellos no salieron hasta otro día, aunque quiso Dios que ninguno peligró; y los que veníamos atrás desecamos la ciénaga por otra parte, aunque no se pasó sin harto trabajo.


Hernán Cortés. 
Cartas de relación.