PERROS EN CONSTANTINOPLA
“Causa
admiración el orden de esta república perruna, falta de gobernantes y de leyes
escritas, pero sometida, por el instinto de vivir, a una disciplina social.
Muchas veces, al abandonar yo el comedor del hotel, recolecto en todas las
mesas los pedazos de pan olvidados, tarea en la que se me adelantan con frecuencia
otros viajeros. Salgo a la calle y me rodea un grupo de perros estacionados
frente a la casa; la familia o tribu a la que corresponde por derecho
tradicional este trozo de vía. Ni ladridos ni empujones de impaciencia. El jefe
de grupo, el patriarca, el guerrero, alcanza en el aire el primer pedazo, y va a
situarse lejos de los suyos, vigilando la calle para evitar que ningún intruso
se ingiera en el banquete. Mientras tanto, la familia va cogiendo al vuelo los
otros pedazos, siguiendo un turno riguroso, sin que a nadie se le ocurra
adelantarse a otro y arrebatarle su parte. De vez en cuando se aproximan otros
perros, azuzados por el hambre, queriendo introducirse en el grupo, y una
ruidosa batalla pone en conmoción a la calle entera.”
Vicente
Blasco Ibáñez. Oriente. Sempere y Compañía Editores.