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domingo, 21 de diciembre de 2025

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





SOBRE EL BAILE Y LO BAILADO


«Pero no con referencia a ortodoxia alguna sino con relación a los hechos, el sentido común y el espíritu científico parecen en este caso estar del lado de Marx, Engels y Haya de la Torre; mientras que Lenin y los leninistas y estalinistas han obviamente acomodado a su manera la interpretación del pasado (la Revolución Mundial supuestamente comenzada felizmente en un país atrasado: Rusia); del período entre 1917 y 1945 (la Revolución en un solo país, la misma atrasada Rusia, con todos los corolarios estalinistas que sabemos); del período entre 1945 y el presente (con los “socialismos” de países mucho más atrasados que la Rusia de 1917, tales como China, Corea del Norte o Albania; y el “socialismo” cubano); y desde luego del futuro, para el cual esgrimen todavía las tesis del Segundo Congreso de la Internacional Comunista sobre las cuestiones nacional y colonial. Y particularmente la hipótesis de que lo que corresponde hacer a los países del Tercer Mundo es inmolarse en aras de la revolución mundial, mediante comportamientos que provoquen reacciones punitivas, contraproducentes, por parte de los países capitalistas avanzados, como el bloqueo a Cuba o la acción militar primero francesa y luego norteamericana en Viet Nam.»


Carlos Rangel.

Del buen salvaje al buen revolucionario.

Monte Ávila Editores.

sábado, 20 de diciembre de 2025

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



COMUNISTAS Y ESPAÑOLES


[…]

«Somos nosotros los patriotas. A nadie le suene a extraña esta afirmación. Contra una turba de generales traidores y de verdugos traficantes de su país, asumimos la responsabilidad ante el mundo y la Historia de salvar la independencia de España y sentimos nuestras venas inflamadas de entusiasmo por el orgullo de ser españoles. Por eso en esta hora suprema de impedir que España perezca con todo lo que representa en la historia de la civilización, con todo lo que tiene derecho a ser, hay que esclarecer constantemente ante todos los españoles este carácter básico de la lucha. Hay centenares y millares de patriotas que sin estar adscritos a ninguna ideología revolucionaria se sienten ligados a nuestra contienda y se revuelven también en su dignidad ante el peligro de que España sea anulada bajo dominaciones extranjeras. Estos hombres nos son útiles, necesarios, indispensables. A nuestra lucha hemos de sumar, cada día, a costa de infinitos sacrificios, nuevas conciencias y nuevas voluntades. Ninguna nos debe ser indiferente o superflua. Porque en el derecho a defender la independencia y la libertad españolas ningún español nos es ajeno. Debemos, con todo cuidado, no hacernos extraños a estos patriotas, forzándoles a defender concepciones políticas que no se han acomodado aun a sus convicciones.»

[…]


01-04-1938


Jesús Hernández.

Miembro de Buró Político del PCE.

Ministro de Instrucción Pública y Sanidad.

Gobierno de la II República española.


miércoles, 3 de diciembre de 2025

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA


 


REVISIONISMO

 

No siempre.

Porque,

por ejemplo,

en Macao,

el opio

es el opio del pueblo.

 

Roque Dalton.


sábado, 1 de noviembre de 2025

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA




MAR Y CIELO

 

Había pájaros en el fondo del mar

aves que volaban con las plumas secas

y se desplazaban a gran velocidad

entre las algas danzantes y los arrecifes

Los peces los miraban estupefactos

Como si fueran espectros de alcatraces

que salían de algún buque fantasma

 

Había peces en lo alto del cielo

jibias que nadaban con sus tentácuos sepia

y se movían en cámara lenta

entre las nubes y las estrellas fugaces

Los pájaros las miraban con asombro

como si fueran ovnis del océano

o angeles de una catedral sumergida

 

Había algo enloquecedor en el mar y en el cielo



Oscar Hahn.


jueves, 30 de octubre de 2025

OBITER DICTUM




«Las noches eran realmente excitantes. Los combates con bombas de mano se prolongaban durante horas a lo largo de un amplio frente y se volvían tan confusos que nunca sabíamos si el enemigo había conseguido atravesar nuestras líneas en algún lugar o se había abierto camino hasta detrás de nuestra línea del frente o no. Añadido a esto, varias baterías enemigas se unían desde los flancos. Ests situación se repetía varias veces cada noche, y pronto se convirtió en un tormento para nuestros nervios.»


Erwin Rommel.




jueves, 31 de julio de 2025

OBITER DICTUM





«La guerra marca a los hombres para toda la vida. Se olvidan las mujeres, el dinero, la felicidad, y, en cambio, no se olvida nunca la guerra. La guerra lo echa todo a perder, incluso la alegría que vendrá con la victoria. La risa de los hombres que han vivido la guerra tiene algo de desesperada. Por mucho que se diga que ahora conviene aprovecharse de él, el mecanismo ha funcionado excesivamente y está averiado. La risa tiene ya tan poco valor como las lágrimas.»


Guy Sajer.


jueves, 24 de julio de 2025

OBITER DICTUM

 




«En la mañana del acto, hice pasar aviso al General de que le esperaría en el recibimiento una hora más tarde para ir juntos al campo. El general me rogó, por la camarera, que pasase a su habitación. Estaba en el baño, desnudo, el muñón vibrante y las cicatrices a la vista. Le ayudaban su mujer y un par de legionarios, que le acompañaban siempre más como secretarios que como escolta. Se hizo secar y se enfiló el calzoncillo. Yo estaba en pijama. Así los dos, me invitó a acercarme a la ventana para hablarme aparte, mientras los suyos trajinaban preparando sus vestidos. Y me dijo algo parecido a esto:

Me eres muy simpático y además te estoy muy agradecido por haberte acordado de mí. No te pesará. Y quiero pagarte con un favor. Tengo que informarte de que tu nombre no suena bien en las alturas. Te consideran rebelde y poco de fiar. Yo estoy dispuesto a garantizarte, pero, para ello, tenemos que hacer aquí, ahora mismo, el juramento de La Legión.»

Dionisio Ridruejo.


miércoles, 2 de julio de 2025

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




PLOMO Y FUEGO


«Aquel miliciano español, nuestro soldado elemental de una guerra disparatada, mandado por jefes y oficiales españoles profesionales y de milicias, ni siquiera recibía promesas de bandas, de premios ni de cruces; no se le excitaba con el retintín de las charangas, con arengas altisonantes, ni con desfiles pomposos, y solemnes… El sólo sabía del plomo, del fuego, de los muros que se derrumban, de las tierras que se revuelven, de los raíles retorcidos y erguidos hacia el cielo tras los bombardeos, del dolor, de la angustia, del lodo, del hambre, de la ansiedad por la suerte de la mujer y los hijos dejados atrás, en un sótano…; y al fin de la jornada, con los músculos relajados y los nervios tensos porque el peligro continuaba acechando, se sentía con la conciencia tranquila al haber podido conservar su puesto de combate; luego, la emoción por la ausencia definitiva del compañero caído, y la rutina del rancho miserable y frío, que se extrae, cuando se tiene, del fondo del macuto, del agua sucia que hay que ir a beber del balde oculto en un recodo de la trinchera…; y la noche en que se dormita, mientras otros velan y el cañón o el mortero no dejan de tronar.»


Vicente Rojo.

Así fue la defensa de Madrid.

Ediciones Era. 

martes, 1 de julio de 2025

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA


 


INTENSIDAD Y ALTURA

 

Quiero escribir, pero me sale espuma,

Quiero decir muchísimo y me atollo;

No hay cifra hablada que no sea suma,

No hay pirámide escrita, sin cogollo.

Quiero escribir, pero me siento puma;

Quiero laurearme, pero me encebollo.

No hay toz hablada, que no llegue a bruma,

No hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,

Carne de llanto, fruta de gemido,

Nuestra alma melancólica en conserva.

Vámonos! Vámonos! Estoy herido;

Vámonos a beber lo ya bebido,

Vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.

 

César Vallejo.


lunes, 30 de junio de 2025

HASTA QUE NOS VEAMOS




Pater meus vixit.



Mi primera palabra fue papá. 



Me veo obligada a señalar que, por su naturaleza competitiva, él se pasaba el día conmigo en brazos, exigiéndome que soltase de una vez la dichosa palabrita.

Tras esta primera andanza en el mundo de las letras, aprendí a leer, a escribir, a hacer ejercicios. Siempre bajo la atenta mirada de mi padre, que intentaba revertir la injusta posibilidad de haber tenido un hijo extremadamente listo y una hija extremadamente tonta. No fueron pocas las veces que, de nuevo obligado a ayudarme a estudiar, me preguntaba cuál era la raíz cuadrada de uno y yo, con el silencio de quien no entiende, me echaba a llorar. Papá intentó hacerme entender que la aritmética era necesaria; sin embargo, yo me negaba a darle ningún resultado.

Por desgracia —y para el deleite maquiavélico de papá—, nada más empezar a escribir este texto me di cuenta de que debía hacer un cálculo. En 1971, cuando mi padre tenía 9 años, la abuela Lina —es decir, su mamá— cumplió 40 años. Él, como es natural, notó la presencia de Caronte demandando su óbolo. Yo, en cambio, no crecí con la amenaza de un barquero reclamante en las esquinas más oscuras de mi casa. Yo tuve la suerte de que papá me recordaba cada día la inminencia de su muerte: «Lo entenderás cuando yo muera»«Será tuyo cuando yo muera»; y mi favorita«¿Quién te va a querer más que yo el día que no esté?». Además, papá, aunque me vacilaba incansablemente por anhelar los placeres y los encantos de la musa Talía («¿Por qué quieres ser Marilyn cuando podrías ser Virginia?»), tenía un gusto por lo dramático que lo llevaba a escenificar su muerte en demasiadas ocasiones. Dejaba caer su inmenso cráneo de padre sobre la mesa de la cocina y, durante unos larguísimos segundos, ahí quedaba como un melón presidiendo la mesa. Era una angustia, menos para él, que era una risa.

 

Papá eludió a la muerte muchas veces.

Pero, así como al sirviente de La cita de Samarra, el destino marcó sentencia.

 

Tardaría años en contaros la cantidad de veces que me dijo que iba a morir a los 62 años, como su padre; la cantidad de veces que se rió de que su signo del horóscopo era cáncer; la cantidad de veces que me contó historias en las que descendía por escaleras infinitas, en las que caía en lenguas de fuego en las noches de San Juan, en las que luchaba contra olas del mar Egeo, en las que las ventanas se abrían frente a él y le invitaban al vacío con canto de sirena insidiosa. Papá siempre salía airoso de aquellos encuentros con la muerte y, a pesar de su carácter chulesco, reconocía sin pudor que no sabía muy bien cómo seguía con vida.

Si me permites a mí la chulería, papá —que sí me la permites, porque para chulos tú y tu padre, y ahora yo también—, yo sé por qué no te encontró la muerte aquellas veces: es porque debías conocer a mamá; es porque debías crearme y criarme. También a Martín, evidentemente, pero ¿qué valor tiene un hermano si no puedo permitirme el lujo de ignorarlo? Y si no, que les pregunten a los hermanos Aller Vázquez.

Él, que fue poeta, pintor, escultor y, en cualquiera de sus definiciones, un creador nato, sabía que su mejor obra fue la vida que creó junto a su Mosi, con Martín y con Raquel. Podría decir muchas cosas de la relación de mi hermano y mi padre, pero tan solo traeré a vuestra memoria al Toro de Creta y a su hijo, el Minotauro.

Yo, por mi parte —y ya paro con las alusiones mitológicas—, salí de la cabeza de mi padre como Atenea de la de Zeus. Te pido perdón, mamá, por olvidar con esta alegoría el dolor y la sangre del parto real, que fue solo tuyo. Pero desde que tengo uso de razón, papá y yo manteníamos una competición constante, en la que claramente yo partía con desventaja. Una competición del saber, del dolor, de la imagen del poeta maldito y, en general, comportándonos como si ambos hubiésemos nacido creyendo ser el personaje principal del mismo relato de Borges. 

De cada verso que yo escribía, él sacaba uno mejor con la misma idea; de cada autor del que yo había leído cinco libros, él había leído cincuenta; de cada cicatriz que yo tenía, él tenía una más prolongada, más profunda. Me frustraba, pero, a la vez, me fascinaba cómo podía no recordar el día de mi cumpleaños, pero sí saber quién era Remedios Varo cuando yo creía haber descubierto una nueva maga, una nueva pieza secreta del saber. Y no contento con ello, además me daba una clase magistral de la vida y obra de esa mi nueva maga. Lo que me recordaba quién era el jefe y por qué, para chulos, su padre y él.

 

Y ahora que ya me he cansado de hablar con gente que no está a nuestro nivel.

Y ahora que te alejas como otra balsa en el Aqueronte.

Y ahora que soy yo quien arroja pequeñas monedas de bronce niquelado.



Papi, me referiré solo a ti.

 

Yo, que soy poco más que una extensión de esa parte de tu alma a la que solían calificar de medio-home, te diré que: todo lo que he querido en mi vida ya lo he tenido.

De mañana me otorgabas la luz, proporcionándome la facilidad del melancólico canto. Y durante el día me regalabas flores de una probe chica de mercado, y subíamos montañas para degustar el zapato más delicioso del mundo, y dos huevos duros. Te reías de mí cuando lloraba con el agua helada de los ríos, con las pulseras caídas que daban fin a una tragedia francesa, con la música de aquella nuestra arpa muda. Y, después, con la caída del sol, me permitías sentarme en el viejo oeste contigo mientras los hombres a caballo silbaban y olíamos la pólvora en el aire. Y yo le susurraba a la luna que todos esos parnasos los habías creado tú. Y yo le juraba y perjuraba que, como tu heredera, en el futuro yo sería la digna guardiana del centro del Aleph.

Todas las letras que hoy te dedico, todas las que te he dedicado a lo largo de mi vida, salieron siempre de aquel lago en el que me bañaste. Un lago muy profundo, rodeado de silvas salvajes, que se esconde en la tierra de Dreira, donde, bendecido por las meigas y escapando de los vientos de plomo, construiste una cabaña que fuiste llenando poco a poco de alfabetos y colores. Sé que estarás esperándome allí. A mí, a mamá y a Martín, y a quien tú quieras.


Para cuando podamos volver a encontrarnos:

te llevaré tus palabras encuadernadas en el honor que siempre han merecido;

papi, te cantaré mis versos de pajarito, todos los que te habrás perdido;

cuando por fin diga mi última palabra y pueda esconderme contigo en el trastero oculto, todo se teñirá de verde y sé que me preguntarás:



«¿A ti quién te quiere más?»