STRAUSS
Ella no me llama Strauss.
De hecho, jamás me llamó Strauss.
Tampoco a tí te llama Strauss.
Pero Strauss vive porque se resiste
a emigrar de nuestras noches heladas.
Ha dejado de inventar nuestras risas
aunque las alimenta cuando lo desea.
Ha dejado de acariciarnos las ideas
aunque continúa peinando nuestras dudas.
Ha dejado de reprender nuestros excesos
pero siento su cálida mano muy cerca.
Ha dejado de alimentar nuestro mundo
aunque lo llena con sus besos de madre.
Ya no puede regalarnos
otra vida pero nosotros le debemos la que os cuento.
Algunos hablarían de castigo
pero yo de suerte y de magia
porque cuando mi alma triste
se desvanece en el vino de sus meigas
y regresa furtiva a las nubes de su tiempo,
se restablece su dulce y maternal reino.
Adelina Aller.