BONAPARTE, EL GRANDE
«No es grande Bonaparte por sus palabras, sus discursos, sus escritos, por el amor a las libertades que nunca tuvo y que nunca pretendió establecer; es grande por haber creado un gobierno auténtico y poderoso, un código de leyes adoptado en diversos países por los tribunales de justicia, las escuelas, una administración fuerte, activa, inteligente, y con la que todavía nos regimos; es grande por haber resucitado, ilustrado y administrado excelentemente Italia; es grande por haber hecho renacer en Francia el orden del seno del caos, por haber levantado de nuevo los altares, por haber reducido a unos furiosos demagogos, a unos orgullosos eruditos, a unos literatos anárquicos, a unos ateos volterianos, a unos oradores de plaza pública, a unos estranguladores de prisiones y de calle, a unos muertos de hambre de tribuna, de clubes y de cadalsos, por haberlos reducido a servir a sus órdenes; es grande por haber aherrojado a una turba anárquica; es grande por haber acabado con las confianzas de una suerte común, por haber forzado a unos soldados, sus iguales, a capitanes, jefes suyos o rivales, a doblegarse a su voluntad; es grande sobre todo por ser hijo de sí mismo, por haber sabido, sin otra autoridad que la de su genio, por haber sabido, él, hacerse obedecer por treinta y seis millones de súbditos en la época en que ninguna ilusión rodea los tronos; es grande por haber derrocado a todos los reyes que se oponían, por haber derrotado a todos los ejércitos cualesquiera que fuesen su disciplina y valor, por haber dado a conocer su nombre tanto a los pueblos salvajes como a los pueblos civilizados, por haber superado a todos los vencedores que lo precedieron, por haber llenado diez años de prodigios tales que hoy en día nos cuesta comprenderlos. El famoso delincuente en lo que a triunfos se refiere ya no existe; los pocos hombres que todavía comprenden los sentimientos nobles pueden rendir homenaje a la gloria sin temerla, pero sin arrepentirse de haber proclamado lo que esta gloria tuvo de funesta, sin reconocer al destructor de toda independencia como al padre de la emancipación: Napoleón no tiene ninguna necesidad de que le atribuyan méritos prestados; estuvo bastante dotado de ellos al nacer.»
François-René
de Chateaubriand.
Memorias
de ultratumba.
Acantilado.