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viernes, 12 de mayo de 2023

PANEGÍRICO







A NOSA MARÍA



In memoriam.



Llueve. Podría no haber llovido, pero llueve.

A mi abuela le hubiese gustado ver esta lluvia, desde aquí, desde la iglesia. Viniendo con su coche, el que aprendió a conducir con 50 años. A mi abuela le hubiese gustado vernos aquí a todos, a su familia, desde la iglesia. Mi abuela María, las más combativa, la más guerrera.

Die Einzige, María!

Mi abuela no hubiese dudado en vender a cualquiera por su familia, por nosotros. Os hubiese vendido a todos por su marido, por sus hijas, por sus nietos, por su sangre.



Su marido, José, su favorito. 58 años que estuvieron casados. Un matrimonio formado por el día y la noche. La palabra y el silencio. Juntos siempre. Juntos en Alemania. Juntos en el Sixto. Mis abuelos, sentados en los sofás de piel que tanto detestaba yo de pequeña por el frío que me daban. Sus sillones.

Die Könige!

Los reyes. Juntos.



Su hija, Mosi, su favorita. Su primera hija. Que tanto, tanto, tanto se parecían. Las habitaciones estallaban de verborrea y locuacidad cada vez que estaban juntas. Podrían haber comenzado un conflicto internacional y haberlo terminado ellas solas. Y por el medio nos hubiesen llevado a todos al colegio, al médico, hubiesen encargado siete pollos asados, lavado treinta y dos potas y nos hubiesen gritado por no recoger nuestra habitación. Mamá, ahora tendrás que discutir conmigo. Su hija, Mónica, su favorita. Su pequeña, su pequeña alemana. A la que ayudó a discurrir durante toda su vida. Su hija, que ahora con lágrimas en los ojos aún no sabe que es la digna heredera de su trono. Del trono de la abuela.

Mónica, jefa, estoy deseando que me grites que encarte a roupa.



Su nieto, Martín, su favorito, con el que compartía la ira por la existencia de la estupidez, la visión pragmática de las cosas y el descomunal afecto por el ahorro del dinero. Tranquilo, Martín, que seguro que te quedas tú con las fincas. Su nieto, Daniel, su favorito, el de casa, al que crió como a su propio hijo. Al que defendía de perros, piedras, hasta de tus propios primos ¿verdad, Dani? ¿Qué vas a hacer ahora sin que ella te suba a la cama tu zumo de naranja? Y, por último, Rakel, yo, su nieta, su favorita. Hablar de mi relación con ella desde fuera me resulta demasiado vacío. Demasiado perdido. Solo quiero recordar aquellas veces que yo llevaba un vestido de volantes blancos y de mi cuello colgaba el mismo el mismo collar que llevo ahora puesto. El que me regaló cuando yo tenía 7 años. Recuerdo caminar de tu mano, tocar tu brazo que tan suave era, mirarte a los ojos que tan verdes eran y pensar: ¿me comprará unos gusanitos? Ahora pienso que aquello era la absoluta tranquilidad. La ternura de una infancia con una abuela que me adoraba. A la que yo adoraba.



Desde que la abuela enfermó le he dedicado cientos de versos. Versos delgados y versos gordos. Desde que mi abuela enfermó tuve miles de pensamientos sobre el milagro. Sobre el milagro que te merecías, abuela. Y ahora, solo me gustaría hacer del vino: aire, oxígeno! Que nos llenase a todos los pulmones!



Mamá, Mónica: también mi segunda mamá.

Mamá, Mónica, respirad.



Eso es lo que la abuela nos enseñó. La dignidad. Las ganas de vivir. A respirar.



Abuela, ojalá poder volver a cogerte de la mano y decirte cuantísimo te quería.



Ich liebe dich, Mama!

Ich liebe dich, Oma!