FILIPO EL GRANDE
«Ahora bien, llamarle perjuro y desleal sin mostrar sus actos, se podría calificar con toda justicia de vano insulto; pero ir mostrando todo cuanto hasta el momento ha llevado a cabo y probar su culpabilidad en todos esos actos resulta, felizmente, que requiere bien corto discurso, y por dos razones estimo conveniente que tal exposición sea hecha: para que aquél aparezca ante vuestros ojos como despreciable —cosa que precisamente resulta ser, además, cierta—, y para que quienes están aterrorizados, pensando que Filipo es persona incombatible, vean que ya ha recorrido a base de engaños toda la carrera merced a la cual antes de ahora se hizo poderoso, y que ya su política ha llegado a su propio fin. Pues hasta yo mismo, varones atenienses, consideraría a Filipo en sumo grado temible y admirable, si viera que se ha engrandecido a fuerza de ir practicando una política justa; pero la verdad es que cuando examino e investigo el caso, descubro nuestra simpleza al principio, cuando algunos trataban de rechazar de esta tribuna a los olintios, que querían tratar con vosotros, simpleza que él se ganó asegurando una y otra vez que entregaría Anfípolis, y negociando aquel famoso tratado secreto del que antaño se hablaba; luego se granjeó la amistad de los olintios mediante la captura de Potidea, que era vuestra, comportándose, así, injustamente con sus aliados de antes, y entregándosela a aquéllos; y ahora, finalmente, se atrajo a los tesalios bajo promesa de entregarles Magnesia y aceptar la participación en la guerra contra los focidios en defensa de sus intereses. En resumen, no hay nadie de los que trataron con él a quien aquél no haya engañado; pues, engañando una y otra vez a los ingenuos que no le conocían y atrayéndolos, de esa manera se ha hecho poderoso.»
Demóstenes.
Discursos Políticos I.