CUANDO LLEGA LA MUERTE
«...continúan los moros el interrumpido cañoneo, si bien con menos violencia que el anterior, pues sólo nos hacen 25 disparos. Tiran con calma, pero lo hacen con extremada eficacia. Entre las dolorosas bajas que sus granadas nos producen hay que lamentar la del teniente coronel Primo de Rivera, a quien un trozo de proyectil deja destrozado el brazo izquierdo. La herida es horrible y se impone la necesidad de amputar el miembro inmediatamente. No hay cloroformo ni anestésico alguno y eso es un contratiempo casi insuperable; lo sabe el valeroso jefe y él mismo anima a los médicos para que le operen sin miedo ni reparo.
—Aguantaré. Que me den un trapo para morder.»