«Tomamos una aldea… Buscábamos agua. Entramos en un patio donde habíamos divisado un pozo con cigoñal. Un pozo artesanal, tallado a mano… En el patio yacía el dueño de la casa, fusilado… A su lado estaba sentado su perro. Nos vio y comenzó a gañir. Tardamos en comprender que nos estaba llamando. El perro nos llevó a la casa… En la puerta hallamos a la mujer y a tres niños…
El perro se sentó y lloró. Lloró de verdad. Como lloran los humanos…».
Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich.