MUJER, DINERO O RELIGIÓN
«Llegado yo a Büderich y siendo informado de que Rheinberg estaba muy mal provista, salí en campaña con la gente de Taxis y alguna de la villa de Güeldres y me puse en la abadía de Kamp, desde donde tenía tan apretada a la villa que le era forzado al enemigo venirla a socorrer o perderla. Más dándome cierta enfermedad me vi obligado a ir a Büderich, donde recibí orden duplicada de su Alteza para que fuese a Bonn; trayéndome una de ellas un caballero inglés, teniente de la compañía de caballos del capitán Rowland York, que estaba de guarnición en la villa de Deventer, el cual había ido a la corte a solicitar la compañía por la muerte de su capitán y volvía mal satisfecho, según yo colegí por sus palabras. Su alteza me escribía en la carta que tuviese cuidado con él porque no le contentaba su manera de hablar ni de proceder, y así entreteniéndole dos o tres días despaché un mensajero al conde Herman diciéndole que estuviese sobre aviso. Llegado a Deventer, fue con su hermano a hablarle al conde, a quién halló comiendo, y ofreciéndole que se sentase a su mesa y le hiciese compañía, comenzó él a hablar asperamente y echando mano a la espada acometió al conde tan resuelto que si no fuera por los que estaban con él en la mesa, sin duda lo matará; más levantándose con presteza tomó sus armas y mató a ambos hermanos, sin que jamas se haya sabido la causa que les movió a hacerlo.»
Francisco Verdugo.
La guerra de Frisia.
Ediciones Platea.
Edición de Hugo Cañete.