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sábado, 31 de diciembre de 2022

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE


 



EL BALLENERO Y EL GALLO


«En el gallinero queda un único inquilino: el otrora alegre y apuesto gallo, de intrépida conducta entre las tímidas gallinas. Mírenlo ahora; hélo ahí, todo el día abatido, sobre su incansable pata. Se aparta con repugnancia del grano enmohecido que tiene delante y del agua salobre de su cuenco. Sin duda sufre por la pérdida de sus compañeras, literalmente arrebatadas a él unas tras otra para no verlas jamás. Pero sus días de sufrimiento están contados, pues Mungo, nuestro negro cocinero, me dijo la víspera que al fin se había dictado sentencia y la suerte del pobre «Pedro» estaba echada. Su menguado cuerpo se pondría sobre la mesa el próximo domingo y mucho antes del anochecer sería sepultado con todas las ceremonias acostumbradas, dentro del estómago del capitán. ¿Quién pudiera creer que exista alguien tan cruel como para desear la muerte del infortunado Pedro? Sin embargo, nuestros marineros ruegan a cada momento —¡egoístas!— para que a la miserable ave le llegue su fin. Argumentan que el capitán no pondrá proa a puerto hasta disfrutar antes de un plato de carne fresca. Sólo esta infeliz ave puede proporcionarla; y una vez devorada, el capitán entrará en razón. No os deseo daño, Pedro, mas como estáis condenado tarde o temprano a seguir la suerte de toda vuestra especie, y como poner punto final a vuestra existencia será la señal de nuestra liberación, ¡cuánto deseo —a decir verdad— que seáis decapitado en este mismo instante! ¡Oh, cuánto anhelo volver a ver tierra llena de vida!»


Herman Melville.

Taipi.

Ediciones Astarté.