EL OTRO MERCADO DE MOSCÚ
«Y siempre damos la espalda al mercado oficial. Porque en el mercado oficial no hay lo que buscamos. Y nos fundimos en el mercado negro. Aquí hay de todo. Unos hombres jóvenes, con las manos cubiertas de callos, nos ofrecen infiernillos eléctricos: son obreros de una fábrica de material eléctrico; aquí un señor de unos sesenta años, con sombrero hongo, gabán negro, camisa blanca que ya es casi negra no sé si por el sol o por la falta de agua, y cuello duro, restos de otra época, nos ofrece una cucharilla de plata, de metal blanco; aquí es una mujer joven, prematuramente envejecida, que pretende vendernos tres caramelos sin envoltura, que descansan en una mano ennegrecida; aquí un chiquillo envuelto en un montón de harapos mete la mano en el bolsillo de una ciudadana bien vestida; ahora es un horrible mendigo que nos pide por San Nicolás unos copeks. Aquí se venden cerraduras; aquí vodka del mejor; en este otro lugar, relojes de todas las marcas, y medias de seda, y uniformes de soldado. Y botones viejos… tres agujas oxidadas… varios clavos torcidos… una taza a la que falta el asa… botellas… tacones de goma usados… cartillas de racionamiento… linternas… piedras para los mecheros… mecheros… cordones para los zapatos… y por fin encontramos lo que buscábamos: tabaco. Compramos cada uno un paquete «Volga». Cada paquete, treinta rublos; los dos paquetes, el salario medio semanal de cualquier obrero soviético. Damos otra vuelta: ya no queremos comprar más, sólo queremos ver. Aquí se encuentran todos los tipos que se quieran: todas las especies de delincuentes confundidos con los restos del ayer y con el hoy; funcionarios del nuevo Estado, no menos delincuentes que los otros; obreros que venden lo que roban donde trabajan, para poder vivir; mujeres que venden los objetos más inverosímiles; el hombre con hongo, que fue un alto funcionario del zar. Y a milicianos de todos los tipos y todas las edades, paseando por entre este pequeño mundo de una Rusia eterna.»
Enrique Castro Delgado.
Mi fé se perdió en Moscú.
Editorial Caralt.