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viernes, 28 de octubre de 2016

ALLÁ EN LAS INDIAS



LAS PAJAS, LOS OJOS Y LAS AMISTADES


         «Yo me maravillo cómo vuestra majestad y los de vuestros Consejos han podido sufrir tanto tiempo a un hombre tan pesado, inquieto e importuno y bullicioso y pleitista, en hábito de religión, tan desasosegado, tan malcriado y tan injuriador y perjudicial y tan sin reposo. Yo, ha que conozco al de Las Casas quince años, primero que a esta tierra viniese, y él iba a la tierra del Perú, y no pudiendo allá pasar, estuvo en Nicaragua, y no sosegó allí mucho tiempo, y de allí vino a Guatemala y menos paró allí, y después estuvo en la nación de Guaxaca, y tan poco reposo tuvo allí como en las otras partes y después que aportó a México estuvo en el monasterio de Santo domingo, y en él luego se hartó, y tornó a vaguear y andar en sus bulliciosos y desasosiegos, y siempre escribiendo procesos y vidas ajenas buscando los males y delitos que por toda esta tierra habían cometido los españoles, para agraviar y encarecer los males y pecados que han acontecido. Y en esto parece que tomaba el oficio de nuestro adversario, aunque él pensaba ser más celoso y más justo que los otros cristianos, y más que los religiosos. Y él acá, apenas tuvo cosa de religión.
         Una vez estaba él hablando con unos frailes y decíales que era poco lo que hacía, que no había resistido ni derramado su sangre. Como quiera que el menor de ellos era más siervo de Dios y le servían más y velaban más las ánimas y la religión y virtudes que no él, con muchos quilates; porque todos sus negocios han sido con algunos desasosegados, para que le digan cosas que escriba conformes a su apasionado espíritu contra los españoles mostrándose que ama mucho a los indios y que él sólo los quiere defender y favorecer más que nadie. En lo cual, acá, muy poco tiempo se ocupó, si no fue cargándolos y fatigándolos. Vino el de las Las Casas siendo fraile simple y aportó a la ciudad de Tlascala, e traía tras de sí, cargados 27 o 37 indios que acá se llaman tamemes; y en aquel tiempo estaban ciertos obispos y prelados examinando una bula del Papa Paulo, que habla de los matrimonios y baptismo, y en este tiempo pusiéronnos silencio que no baptizásemos a los indios adultos, y había venido un indio, de tres o cuatro jornadas, a se baptizar, y había demandado el baptismo muchas veces, y estaba bien aparejado, catequizado y enseñado. Entonces yo, con otros frailes, rogamos mucho al de Las Casas que baptizase aquel indio, porque venía de lejos, y después de muchos ruegos demando muchas condiciones de aparejos para el baptismo, como si él sólo supiera más que todos, y ciertamente aquel indio estaba bien aparejado. Y ya que dijo que lo baptizaría, vistióse una sobrepelliz con su estola, y fuimos con él tres o cuatro religiosos a la puerta de la iglesia do el indio, y dejónos y fuese. Yo entonces dije al de Las Casas: “¿cómo?, padre, ¿todos vuestros celos y amor que decís que tenéis a los indios, se acaba en traerlos cargados y andar escribiendo vidas de españoles y fatigando los indios, que sólo vuestra caridad traéis cargados más indios que treinta  frailes? Y pues un indio no bautizáis ni doctrináis, bien sería que pagásedes a cuantos traéis cargados y fatigados.”»


Toribio de Benavente, “Motolinía”. 
Carta al emperador Carlos V.