LAS PAJAS, LOS OJOS Y LAS AMISTADES
«Yo me maravillo cómo
vuestra majestad y los de vuestros Consejos han podido sufrir tanto tiempo a un
hombre tan pesado, inquieto e importuno y bullicioso y pleitista, en hábito de
religión, tan desasosegado, tan malcriado y tan injuriador y perjudicial y tan
sin reposo. Yo, ha que conozco al de Las Casas quince años, primero que a esta
tierra viniese, y él iba a la tierra del Perú, y no pudiendo allá pasar, estuvo
en Nicaragua, y no sosegó allí mucho tiempo, y de allí vino a Guatemala y menos
paró allí, y después estuvo en la nación de Guaxaca, y tan poco reposo tuvo
allí como en las otras partes y después que aportó a México estuvo en el monasterio
de Santo domingo, y en él luego se hartó, y tornó a vaguear y andar en sus
bulliciosos y desasosiegos, y siempre escribiendo procesos y vidas ajenas
buscando los males y delitos que por toda esta tierra habían cometido los españoles,
para agraviar y encarecer los males y pecados que han acontecido. Y en esto parece
que tomaba el oficio de nuestro adversario, aunque él pensaba ser más celoso y
más justo que los otros cristianos, y más que los religiosos. Y él acá, apenas
tuvo cosa de religión.
Una vez estaba él hablando con unos frailes y decíales que
era poco lo que hacía, que no había resistido ni derramado su sangre. Como
quiera que el menor de ellos era más siervo de Dios y le servían más y velaban
más las ánimas y la religión y virtudes que no él, con muchos quilates; porque
todos sus negocios han sido con algunos desasosegados, para que le digan cosas
que escriba conformes a su apasionado espíritu contra los españoles mostrándose
que ama mucho a los indios y que él sólo los quiere defender y favorecer más
que nadie. En lo cual, acá, muy poco tiempo se ocupó, si no fue cargándolos y
fatigándolos. Vino el de las Las Casas siendo fraile simple y aportó a la
ciudad de Tlascala, e traía tras de sí, cargados 27 o 37 indios que acá se
llaman tamemes; y en aquel tiempo estaban ciertos obispos y prelados examinando
una bula del Papa Paulo, que habla de los matrimonios y baptismo, y en este
tiempo pusiéronnos silencio que no baptizásemos a los indios adultos, y había
venido un indio, de tres o cuatro jornadas, a se baptizar, y había demandado el
baptismo muchas veces, y estaba bien aparejado, catequizado y enseñado.
Entonces yo, con otros frailes, rogamos mucho al de Las Casas que baptizase
aquel indio, porque venía de lejos, y después de muchos ruegos demando muchas
condiciones de aparejos para el baptismo, como si él sólo supiera más que
todos, y ciertamente aquel indio estaba bien aparejado. Y ya que dijo que lo
baptizaría, vistióse una sobrepelliz con su estola, y fuimos con él tres o
cuatro religiosos a la puerta de la iglesia do el indio, y dejónos y fuese. Yo
entonces dije al de Las Casas: “¿cómo?, padre, ¿todos vuestros celos y amor que
decís que tenéis a los indios, se acaba en traerlos cargados y andar escribiendo
vidas de españoles y fatigando los indios, que sólo vuestra caridad traéis
cargados más indios que treinta frailes?
Y pues un indio no bautizáis ni doctrináis, bien sería que pagásedes a cuantos
traéis cargados y fatigados.”»
Toribio
de Benavente, “Motolinía”.
Carta al emperador Carlos V.
Carta al emperador Carlos V.