«Cuando
escuchó la Pasión según San Mateo cayó en un estado que recuerdo
porque no pudo conversar de veras conmigo durante varios días. No
pudo leer durante toda una semana. Abría un libro pero no era capaz
de ver una sola línea; en su lugar sólo oía a la contralto Ilona
Durigo. Una noche apareció en mi cuarto con lágrimas en los ojos y
me dijo: «Para mí se han acabado los libros, ya no podré leer
nunca más». Traté de consolarla y le propuse sentarme junto a ella
mientras leía, así dejaría de oír aquellas voces; si las oía era
porque estaba sola; pero si yo me sentara junto a ella siempre podría
decirle algo con lo que las voces tendrían que desaparecer: «Pero
yo quiero oírlas. ¿Entiendes? ¡No quiero oír otra cosa que no
sean esas voces!». Fue un estallido tan apasionado que me asusté.
Pero estaba, maravillado por ella y guardé silencio. Durante los
días siguientes de vez en cuando la miraba interrogante; ella
entendía mi mirada y me respondía en una mezcla de felicidad y
desesperación: «Todavía las oigo».»
Elías
Canetti.