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miércoles, 31 de julio de 2024

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






LAS KELIDON, LOS REVOLUCIONARIOS Y LA BOCA

Cuando yo me dedicaba, con la boca semiabierta, a contemplar el vuelo  de las golondrinas, es decir, cuando era joven, creía  que el mundo progresaba, pero que no avanzaba. Y resultó que había unas  personas en los cafés que se dedicaban  a la profesión de tratar de hacer avanzar al mundo, y éstos  eran los revolucionarios. Pero luego observé que estos  revolucionarios pretendían hacer avanzar el mundo a base de  destruir lo que a ellos personalmente no les gustaba  y de conservar lo que a ellos les placía,  y que otras personas, por el contrario, pretendían  conservar lo que los revolucionarios querían destruir, y destruir lo  que los revolucionarios querían conservar. Me dijeron luego que este tira y  afloja hacía muchísimos  siglos que duraba —treinta o cuarenta—, en vista de lo cual creí pertinente continuar contemplando el vuelo  de las golondrinas. Las golondrinas, que los griegos llamaban «kelidon», fueron  cantadas —como las cigarras— por Anacreonte y los viejos poetas. Luego, en la mitad del camino de la vida me pareció que el mundo avanzaba, pero que no progresaba en ningún sentido. Es aquella triste edad en que se descubre que todas las ingeniosidades mecánicas del hombre no afectan para nada a su naturaleza íntima y que las pasiones y los instintos del hombre —y sus sombras, las ideas— no cambian jamás, porque son constantes, fijas. Asimismo se descubre que lo que nos da una sensación de avance es la labor incesante de destrucción que de una manera ciega e implacable realiza la Naturaleza. Es la muerte de lo que nos circunda lo que nos da la ilusión de la vida. Dicen.

Josep Pla.
La huida del tiempo.
Ediciones Destino.